Felipe en Blackpool

Hace apenas un par de semanas, el periódico El País anunció que abría el acceso a su hemeroteca de forma gratuita a todos los usuarios de Internet, un hecho que ha tenido unas consecuencias interesantes, por ejemplo que al realizar una búsqueda a través de Google o Yahoo! con determinadas palabras claves, ya pueden aparecer entre los primeros resultados artículos enteros escritos no sólo hace una semana o hace un mes, sino hace 31 años en los primeros días de la todavía incipiente y frágil democracia española.

Así, por pura casualidad, he topado con este artículo sumamente interesante publicado con fecha de 1 de octubre de 1976, con el titular, "El Gobierno de Londres refrenda su apoyo al PSOE". En él se relata como en el congreso anual del Partido Laborista, en plena crisis de la libra esterlina y en el contexto de una gran convulsión política, un joven Felipe González fue invitado especial y se convirtió, según dicho artículo, en 'el único orador... en recibir una ovación unánime de la audiencia". El artículo afirma que el líder de los comunes, el izquierdista Michael Foot, se comprometió ante una audiencia hispano-británica que Londres no apoyaría ninguna petición oficial española de integrarse en la CEE «hasta que nuestros camaradas no estén satisfechos de las condiciones democráticas que se les ofrecen en el Estado español».

A su vez, como consecuencia de la visita de Felipe González, Foot prometió asistir al Congreso del PSOE y dar el total apoyo a su lucha para una democracia de calidad en España, una misión que también tenía una entidad sentimental para Foot, quien desde que ocupaba puestos oficiales, daba todo el dinero que ganaba por su trabajo intelectual al Comité de Defensa de los Demócratas Españoles, una organización laborista establecida después de la guerra civil.

El artículo no me ha llamado la atención por el mero hecho del apoyo prestado por el partido laborista a sus compañeros españoles en esos días tan duros como eran llenos de optimismo para la sociedad española-, poco menos se podía esperar-, sino por el contraste con la frialdad en las relaciones entre ambos partidos en el año 2007.

Ya era difícil de entender la falta de apoyo del ex primer ministro, Tony Blair, hacia el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, pero por lo menos esperaba algún gesto por parte de su sucesor Gordon Brown para tender puentes y para dar su apoyo a un gobierno que lucha tanto por consolidar los logros sociales y llevar a España por el camino del progreso.

Muchas cosas han cambiado en estos años. España tiene una democracia consolidada y el partido laborista británico aborda sus relaciones internacionales con un pragmatismo y en función del percibido interés nacional, al margen de cualquier sentido de compañerismo o de obligada solidaridad con sus colegas del Partido Socialista Europeo. De todas formas, en un momento en el que España afronta una dura crispación política, en la que ex ministros del Partido Popular, después de afirmar que muchas personas vivían perfectamente bien en tiempos de Franco, rompe el protocolo y asume el turno de réplica del jefe de filas del PPE para reprochar a Zapatero en un discurso en el Parlamento Europeo; y en la que la oposición política ha intentado echar por tierra todas las reformas del gobierno, recurriéndolas ante el Tribunal Constitucional, creo que se podía haber esperado un apoyo más explícito por parte de un partido que dice comparte los mismos valores del Partido Socialista Obrero Español.

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