Este barco se hunde


Un barco que se hunde; una empresa de cruceros que cree que al contratar personal sin experiencia y completamente incapaz de organizar la evacuación de una nave, puede ahorrarse un buen dineral; un capitán despavorido y cobarde que pone su vida por delante de las de los más de 4.000 pasajeros de los cuales es el primer responsable; unos pasajeros dispuestos a matarse para poder subirse a un bote de salvamento… ¡Qué cruel metáfora del estado de nuestro continente!

Por lo menos había algunos de otras regiones y continentes dispuestos a hacer un esfuerzo para intentar salvar a alguno más que a ellos mismos. Por lo menos había algunos isleños, desacostumbrados al egoísmo y el sálvese quien pueda de muchas ciudades europeas hoy en día, preparados para echar una mano para que los pasajeros rescatados no se murieran del frío nada más tocar tierra. Por lo menos algo de humanidad queda en este mundo.

Nos creemos más avanzados, más civilizados, pero en realidad pasa todo lo contrario. Los excesos de los años de bonanza no sólo acabaron con nuestro estado de bienestar, arrasaron con nuestro sentido de solidaridad como seres humanos, tan convencidos estábamos de que era posible salir adelante sin la ayuda de nadie más. Ahora toca a otros dar el ejemplo para algún día volvamos a aprender que pertenecer a una sociedad también demanda sacrificios.

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