El nomadismo postmoderno


La libertad de movimiento – “El derecho de toda persona a moverse libremente por el mundo, ya sea dentro de un país o de un país a otro. Está reconocido parcialmente en el artículo 13º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos". (Wikipedia)

Miren como los señores del mundo capitalista sacan términos del léxico de los derechos humanos para justificar un proyecto económico que si bien funciona en teoría, empieza a demostrar tremendas flaquezas en su ejercicio práctico.

Ahora nos dicen –lo vienen diciendo desde hace años en las páginas de sus biblias ideológicas, El Economista siendo uno de sus máximos referentes- que el capitalismo liberal sólo puede funcionar si además de la libre circulación de capitales, se permite la libre circulación de personas. Es decir, si su modelo deja países y regiones enteras en un estado de devastación y de quiebra económica, el problema no es que su modelo haya dejado de funcionar, sino que no se permite que los ciudadanos de aquellos países transformados en infiernos terrenales busquen su El Dorado en alguna otra región del mundo. Además, suena bonito. Lo dice la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¡Echados a andar por el mundo como Pedro por su casa! Y sus lectores duermen contentos.

¡Tonterías! A mí me parece muy bien que los que quieran viajar, por impulso, por curiosidad o simplemente por la culoinquietud más auténtica tengan ese derecho. Por supuesto, junto a esa libertad está la obligación de intentar integrarse o por lo menos de respetar las diferencias culturales de la sociedad anfitriona. Sin embargo, de allí a asumir que el nomadismo es el futuro para la humanidad hay un trecho.

En Europa, a pesar de la tan denostada integración económica, son más bien pocos los europeos que viajan a otros países en busca de trabajo. Ahora sí crece el número de españoles, griegos e italianos que, por necesidad económica, se trasladan a Australia, Argentina o Japón en busca del éxito que les niega su país. ¿Pero se puede definir eso como un éxito para la sociedad que dejan atrás? No, a menudo es un auténtico desastre. E incluso, en muchos casos, a nivel personal supone la separación de familias enteras, la pérdida de la protección que ofrecían las redes sociales del país de origen y la obligación de aceptar un trabajo inferior a su nivel educativo.

Siempre ha habido y siempre habrá millones de personas que decidan viajar a otros países en busca del éxito. Es verdad que, tal y como se afirma en la Declaración Universal, están en su derecho. Y también es cierto que esos flujos contribuyen al intercambio del conocimiento y al enriquecimiento económico y cultural del mundo. Sin embargo, también debe ser un derecho poder ganarte la vida en tu propio país si así lo deseas, si así te va a permitir formar una familia con lazos estables, si así vas a sentirte más realizado. Un modelo que pone el mundo patas arriba no puede justificarse con el argumento de que el único problema es que la gente no sabe subirse por las paredes como Spiderman. El problema es que hay que recordar donde está el suelo, que los árboles sólo pueden crecer si echan bien las raíces, y que el mundo nunca será sostenible si las personas que lo habitan no se sienten identificadas con las tierras que cultivan. Los economistas, sin embargo, por mucho que lo intenten no acaban de entender las realidades tangibles. Y nos siguen vendiendo humo.

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