Como me lío con las fiestas nacionales con proyección internacional

Esta semana he leído varias referencias a la próxima fiesta de Thanksgiving, casi todas ellas en lengua española y publicadas en medios de comunicación o en carteles colgados en locales de hostelería, aunque también he visto referencias en algún medio británico. En ningún caso, de todas formas, han tenido el detalle de recordarme en qué fecha exacta tendrá lugar esta tradicional cita en el calendario norteamericano.

Es el último caso de una fiesta extranjera que se cuela en el calendario español y que antes de que nos hayamos podido dar cuenta, todo el mundo asume que vamos a recordar exactamente en qué momento se celebra. Ya nos hemos acostumbrado a Halloween, pero si me lo preguntas, difícilmente te podré decir en qué fecha cae el día de San Patricio o la noche de Burns, para dar sólo dos ejemplos. Los franceses nos facilitan la tarea al referirse al Día de la Bastilla como 14 juillet, y por razones igual de obvias, tampoco cuesta mucho recordar el 4 o el 9 de julio en Argentina o Estados Unidos. Pero más allá de eso, el ciudadano común tiene escaso conocimiento de las fiestas extranjeras, si ya es bastante difícil recordar qué fiesta corresponde a cada uno de los 15 festivos que se celebran en cada municipio español. Quizás sea un fallo de mi parte, mi memoria siempre me ha traicionado a la hora de recordar nombres o fechas, pero estoy seguro de que no seré el único que necesita que se le recuerde gentilmente la fecha de determinada festividad foránea antes de que le inviten a participar en ella.

La globalización enriquece culturalmente, sin lugar a dudas,- casi tanto como empobrece económicamente-, y soy el primero en defender los beneficios de poder intercambiar conocimientos sobre la cultura y las tradiciones de otros países. Sin embargo, aprenderíamos mucho más si los responsables de transmitir la información no dieran por sentado tanto conocimiento previo. A fin de cuentas, las celebramos sobre todo para aprender.

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