Si no saben arreglar el medio ambiente, por favor, no lo estropeen


El periodista y activista medioambiental, George Monbiot, ha publicado hoy un artículo en The Guardian en defensa de la energía nuclear.

Personalmente, nunca había confiado en la nuclear, no porque sea radical o extremista sino por puro pragmatismo. Los únicos argumentos que hasta ahora han utilizado los que defienden la energía nuclear son, primero, que sin ella no vamos a poder dar abasto a la demanda energética en el mundo, y segundo, porque sólo mediante la experimentación podremos ir mejorando la tecnología y lograr algún día nuevos avances como la fusión, con todos los beneficios que con ello proporcionaríamos a la humanidad.

Son los típicos argumentos capitalistas, que se sustentan en la idea de que sólo se puede justificar invertir en la investigación si nos proporciona beneficios económicos inmediatos. Con tal de encontrar algún día la piedra filosofal, primero tendremos que sembrar el planeta con centrales peligrosas y generar ingentes cantidades de desechos nucleares sin que exista ninguna tecnología para deshacernos de ellos. Si ese argumento es sólido, me ofrezco ahora mismo para un experimento de criogenización para poder saber de verdad cómo estará el mundo dentro de 2.000 años.

Con todo lo que hemos dañado el medio ambiente en los últimos cien años con el único argumento de que algún día sabremos generar energía más limpia, y hasta tal punto que parece que ya no hay vuelta atrás para el calentamiento global, me parece razonable exigir, antes de sumarme a las voces que reclaman mayores inversiones en energía nuclear, que por lo menos nos traten como adultos y nos expliquen con argumentos sólidos qué impacto tendrá en el medio ambiente; qué piensan hacer con los desechos; y cómo garantizarán nuestra seguridad. Mientras tanto, prefiero hacer caso a las palabras de la niña canadiense de 12 años, Severn Suzuki, en el discurso cargado de emotividad que presentó ante las Naciones Unidas hace 19 años. Les recomiendo que lo vuelvan a escuchar. La frase clave: “Mientras ustedes no sepan arreglarlo, por favor, no lo estropeen”.

Pues, por fin, hoy Monbiot nos ofrece argumentos sólidos en defensa de la energía nuclear que también coinciden con una defensa del medioambiente. Según él, los últimos avances tecnológicos nos permiten transformar la mayor parte de los desechos nucleares en energía, y de tal manera que la parte que quede tendrá una vida media de decenas en vez de miles de años. Asimismo, nos explica que el abandono del programa nuclear por parte de Alemania obligará al país a generar 300 millones de toneladas más de CO2 entre ahora y 2020 para así hacer frente a sus necesidades energéticas.

Me parece bien. Si los datos que nos ofrece son creíbles y contrastables, debe ser suficiente para hacer que muchas personas empiecen a moderar su oposición a la energía nuclear. Sin embargo, me sorprende que sólo nos presenten estos argumentos ahora. Y encima, como si fuera nuestra culpa el no contar con suficiente información, nos tachan de ‘medievales’ por expresar escepticismo. Más o menos lo mismo de lo que dijeron a los euroescépticos británicos cuando éstos se opusieron a la entrada de su país en la moneda única. Y cuánto han cambiado las cosas en 12 años. El escepticismo es sano, es lo opuesto a la credulidad, y no sobra en estos tiempos de redes sociales e ‘información basura’.

No soy científico por lo que un solo artículo no va a cambiar mi opinión. Pero si cada vez más científicos, ecologistas e informadores están dispuestos a tratar a los ciudadanos como adultos y proporcionarnos información objetiva y creíble que demuestre que la energía nuclear es de verdad una alternativa segura, limpia y ecológica, les adelanto que mi oposición no es ciega y estoy dispuesto a hacer caso a toda la evidencia que se me presente. Y si algún día les empiezo a apoyar, también lo haré con los ojos abiertos y con los datos encima de la mesa. Vivimos en democracia. Los políticos y empresarios deben buscar nuestro apoyo antes de tomar decisiones que pueden impactar en el futuro de la humanidad. No sólo manipular a las masas y alcanzar acuerdos en salas llenas de humo y con su billetera como único argumento de peso.

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