La verdadera historia del foie gras
Hoy, el diario El País se ha hecho eco del rechazo de Brigitte Bardot al intento de los diputados franceses de declarar el foie gras, "patrimonio cultural y gastronómico" en el país galo.
Para crear este paté, a partir de los cuatro años de vida, los patos y gansos son llevados a pequeñas jaulas donde empieza la tortura que sufrirán durante las últimas semanas de su vida. A continuación, son hiperalimentados con maizena adicionada con aproximadamente tres kilogramas de grasa porcina por día, lo que equivaldría en los humanos a consumir 12 kilogramos de fideos. Desde luego, no es fácil convencer a un pato para que consuma semejante cantidad de porcina, por lo que la solución es sencilla. Se inmoviliza al ave y se le coloca por el pico, un embudo con un tubo de metal de hasta cuarenta centímetros para luego introducir, a presión, el alimento, tres veces por día. Algunos criadores le coloca un elástico alrededor del cuello para evitar que vomiten.
Se produce en el hígado del ave lo que se denomina degeneración grasa hepática, debido al acumulo de grasos y la imposibilidad de movilizar la grasa del hígado hacia la periferia, en un mecanismo similar al que precede a la cirrosis hepática en los humanos que consumen un exceso de alcohol.
El hígado aumenta diez veces su peso normal, lo que genera múltiples trastornos, sobre todo respiratorios, por motivo de la compresión pulmonar. Esto es acompañado por el intenso dolor hepático provocado por la alimentación forzosa.
El ave ya lista es sacrificada en el lugar, ya que no soportaría ningún transporte, y el hígado amarrillento y frágil se transforma en un entrante que se acompaña con un excelente vino o champán del sur francés.
Para terminar con esta crueldad, la mejor estrategia sería dejar de comer foie gras, si no hacerse vegetariano como la manera más eficaz, accesible-, y por cierto, altamente saludable-, de mostrar respeto por el mundo animal. De todas formas, también se puede ir un paso más allá y firmar el manifiesto por la abolición del foie gras.
Para crear este paté, a partir de los cuatro años de vida, los patos y gansos son llevados a pequeñas jaulas donde empieza la tortura que sufrirán durante las últimas semanas de su vida. A continuación, son hiperalimentados con maizena adicionada con aproximadamente tres kilogramas de grasa porcina por día, lo que equivaldría en los humanos a consumir 12 kilogramos de fideos. Desde luego, no es fácil convencer a un pato para que consuma semejante cantidad de porcina, por lo que la solución es sencilla. Se inmoviliza al ave y se le coloca por el pico, un embudo con un tubo de metal de hasta cuarenta centímetros para luego introducir, a presión, el alimento, tres veces por día. Algunos criadores le coloca un elástico alrededor del cuello para evitar que vomiten.
Se produce en el hígado del ave lo que se denomina degeneración grasa hepática, debido al acumulo de grasos y la imposibilidad de movilizar la grasa del hígado hacia la periferia, en un mecanismo similar al que precede a la cirrosis hepática en los humanos que consumen un exceso de alcohol.
El hígado aumenta diez veces su peso normal, lo que genera múltiples trastornos, sobre todo respiratorios, por motivo de la compresión pulmonar. Esto es acompañado por el intenso dolor hepático provocado por la alimentación forzosa.
El ave ya lista es sacrificada en el lugar, ya que no soportaría ningún transporte, y el hígado amarrillento y frágil se transforma en un entrante que se acompaña con un excelente vino o champán del sur francés.
Para terminar con esta crueldad, la mejor estrategia sería dejar de comer foie gras, si no hacerse vegetariano como la manera más eficaz, accesible-, y por cierto, altamente saludable-, de mostrar respeto por el mundo animal. De todas formas, también se puede ir un paso más allá y firmar el manifiesto por la abolición del foie gras.