La gran chingada española


“¡Que se jodan!” Me da cierta vergüenza escribirla pero esto es el lenguaje que utilizan los políticos en nuestro país. Vale, no vayamos a ser hipócritas, ni siquiera ‘falsas hipócritas’ al estilo de la mujer de Aznar. En España, las malas palabras se utilizan por todas partes, incluso delante de los hijos. Sin embargo, en algunas situaciones no están permitidas. Y no voy a dirigir el fuego contra nadie en particular, porque según ellos mismos se defienden, “no pasa nada, si todos nos pasamos el día insultándonos”.

Pero sí, importa, de la misma forma que importó para la imagen del fútbol español que Luis Aragonés insultara con palabras incluso más groseras al jugador, Thierry Henry por el color de su piel. “No pasa nada, en España decimos ‘puto negro’ con cariño”, decía medio país. Claro, como también se exterminaron a las indígenas en América del Sur. Con cariño. Podemos ser muy niños en nuestras casas y con nuestras familias, pero en la vida pública hay que comportarse como adultos. Y no vale que la presidenta de la Comunidad de Madrid llame al alcalde, ‘hijo de puta’, de la misma forma que no valió que Tony Blair se refiriera a determinados miembros de su partido como ‘pajeros sin reconstruir’ o que José Bono clasificara a este último como un gilipollas integral. Aunque en estos últimos casos se trataron de declaraciones ‘off the record’, quitan prestigio a los políticos como si algo todavía les quedara.

Tenía un amigo en Cuba, un profesor de la universidad, que cuando yo o cualquier otro entraba en su casa, gritaba, “¡Hijo de puta! ¿Cómo andan las cosas?” Dicho con cariño, por supuesto, y además es cubano y se le perdona. Pero en España, y en las instituciones democráticas, hay que mantener una cierta aura de misterio, y no vale que nuestros hijos vean que los políticos hablen aún peor que sus propios padres. Fue Rajoy el que inició la práctica de insultar al Presidente del Gobierno, tuteándole con desprecio y llamándole cosas como, bobo solemne’. Fue una estrategia planificada y funcionó. La derecha sabe que rara vez gana elecciones por su programa. Para ellos es más fácil despreciar a toda la clase política porque pase lo que pase, sus 10 millones de votos seguirán allí. Lo que hay que conseguir es que las clases populares pierdan el respeto a todos los políticos para que los demás no voten a ninguno. Luego surgen partidos como la ultraderecha griega que brean a los inmigrantes delante de las narices de la policía, pero poco le importa a los del ‘todo vale’. Y así nos va.

Ahora la diputada responsable de la frase con la que he iniciado esta entrada, en vez de disculparse, ha acusado al PSOE de querer manipular, porque lo que quería en realidad no era insultar a los ciudadanos parados sino a la oposición. Van en la misma línea de siempre. Creen que está bien insultar a los políticos porque cuanto menos votan mejor para ellos. Al final, aunque es verdad que la política se ha fragmentado en Grecia tanto a la izquierda como a la derecha, sigue gobernando la derecha, y eso es para ellos realmente tranquilizador.

Pero, ¿de quién se ríen realmente? Porque lo que más importa a los ciudadanos es qué están haciendo para el país. Y en eso no cabe la menor duda. Están acabando con los servicios públicos, aumentan el IVA sin tomar medidas contra el fraude fiscal, reducen los sueldos a los más pobres mientras ellos mantienen todos sus privilegios, intentan solucionar los problemas de la deuda con más deuda, y cobran los intereses a los que no tienen nada que ver con las causas de la crisis. De manera fratricida, echan toda la culpa a los funcionarios, pero no a todos los funcionarios. No ellos, sino los que están varios peldaños más abajo y que aceptan trabajos en los que asumen que nunca van a hacerse ricos, pero a cambio de unos mínimos derechos y garantías. Y eso en uno de los países con menos funcionarios de la Unión Europea y en el que menos se invierte en educación y sanidad.

Y no hay que olvidarse de que esta crisis no la creamos ni tú, que lee esto, ni yo. Por lo menos, la mayoría de nosotros intentamos vivir dentro de nuestras posibilidades. Si sacamos una hipoteca fue porque necesitábamos un lugar donde vivir, y aún sospechando del engaño, no queríamos atarnos a un mercado de alquiler que tiene aún menos piedad con el inquilino y que no ofrece garantía alguna si no dispones de un trabajo por cuenta ajena. Huelga repetir: Esta crisis se debe al ladrillo. Como escribió ayer el profesor, Vicenç Navarro, en Público la responsabilidad es de los bancos españoles que aceptaban unos préstamos usureros para inflar una burbuja artificial, y de los alemanes que se lo prestaron aún sabiendo que nunca lo íbamos a poder devolver. Pero ahora somos nosotros que tenemos que pagar. Nos toca salvar a la banca alemana porque es demasiado grande para quebrar y se llevaría a todos nosotros con él. Amenazan que si no aceptamos sus recetas, morirán ellos pero como Sansón, acabarán con todo el imperio por el camino.

Nos llevaron los corruptos a esta situación y ahora quieren que la paguemos. Da igual a quien iba dirigida la frase, quieren que nos jodamos todos. Para repetir una frase del gran referente de Rajoy, David Cameron, “We’re all in it together”. Efectivamente, todos estamos jodidos pero los que nos van a dar son ellos.

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