El fallo del juez de Schleswig-Holstein denota el fracaso de Rajoy, no el de la Unión Europea


Hoy desayuno con los editoriales de los principales medios españoles, y casi me atraganto al observar que tras el fallo de ayer de un tribunal alemán sobre la extradición de Puigdemont, el país se ha vuelto euroescéptico de la noche a la mañana.

Desde luego, la decisión del juez no es agradable para los que defendemos el mantenimiento del orden constitucional en España, sin embargo, no hay que otorgar al fallo un significado que no tiene. Y más aún si se tiene en cuenta la sensibilidad de estos temas para una opinión pública, que leyendo  la prensa nacional fácilmente podría llegar a la conclusión de que lo que ha pasado ayer es culpa de las instituciones comunitarias.

Nada más lejos de la realidad. El tema de si o no hubo violencia en el Procés es cuestionable y cuestionado . Y más discutible aún el de si se puede culpar al ex presidente de la Generalitat por dicha violencia. Parece que el tribunal regional alemán competente en este caso ha llegado a la conclusión de que no. Y es perfectamente legitimado para ello, nos guste o no, y al margen de si o no existieran otras figuras jurídicas a las que la fiscalía española hubiera podido recurrir -y no lo hizo- que mejor reflejaran los actos del Gobierno de la Generalitat.

La culpa de lo sucedido en España y en Cataluña no recae en la justicia alemana, que no ha hecho más que cumplir con su deber. La responsabilidad de la situación en la que nos encontramos -y esa sí, muy grave tanto para el futuro y la integridad del país como para su imagen exterior- es enteramente la del gobierno de Mariano Rajoy, por inacción a lo largo de varios años ante una crisis de índole política, y finalmente por delegar su responsabilidad política en un juez de Schleswig-Holstein al fallar sobre la cuestión casi filosófica de si la violencia ha de ser física. Y es Mariano Rajoy al que habría que exigir la rendición de cuentas, no las instituciones europeas, que a diferencia de las españolas parece que sí funcionan razonablemente bien.

Visto lo visto, no entiendo por qué el Presidente del Gobierno no ha dimitido todavía, y sigue empeñado en esta huida hacia adelante en la búsqueda de culpables fuera del país, cada vez que algún órgano político o judicial se niega a avalar su pensamiento mágico. Porque por muy cierto que sea que ha habido coacciones de diversa índole en Cataluña en torno al Procés, jugar el futuro de España a un debate casi filosófico sobre si o no Carles Puigdemont, Clara Ponseti, et al fueron violentos en la convocatoria de un referéndum ilegal es cuando menos negligente. Porque por mucho que los medios de comunicación insinuasen que los Mossos de Esquadra podían estar preparados para usar la violencia, las pruebas existentes -o al menos los que se han hecho público- sólo señalan que su delito, si lo ha habido, se acercaría más al de insumisión. Y porque la justicia alemana no debería en ningún caso interpretar de forma arbitraria el crimen de rebelión.

La decisión de ayer no debe haber sorprendido a nadie. Ahora toca al Gobierno explicar cuáles serán sus próximos pasos. Y si no es capaz de encontrar el camino de salida de este jardín en el que nos ha metido, debería convocar elecciones generales para que sean los ciudadanos españoles los que encuentren la salida que a este señor tanto le elude.


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