¿Los cerdos vuelan?
No pocas veces, leer a los míos-, es decir, a los ingleses-, en la prensa, me produce estupor. Tanto se empeñan en tachar a la gente foránea de 'racista' (excusando la ironía, por supuesto), que resulta cuando menos hipócrita que escriban artículos como el que se ha publicado hoy en el Financial Times (gracias, Manjeet por enviármelo), en el que se refiere a los países mediterráneos (Portugal, Italia, Grecia y [E]Spaña) como los PIGS, y a los países emergentes (Brasil, Rusia, India y China) como los BRICS.
Cuando las cosas van mal para España, no les sorprende. Al final, son (¿somos?) unos cerdos. Y cuando las cosas van bien, les sorprende tanto, que 10 o 15 años después del primer artículo (empezaría por '92 en Barcelona y Sevilla), cada año y con puntualidad suiza, los medios británicos vuelven a 'informar' a sus lectores de que están cambiando los hábitos de los españoles, y que ya no echan la siesta como antes. Me da ganas de escribir un artículo semestral sobre cómo los ingleses ya no toman el té a las cinco (a veces esperan hasta las seis), o sobre la caída en picado del guisante aplastado (mushy pea) en la gastronomía inglesa. ¿Nunca se cansan de los tópicos?
Cada vez que España hace algo bien, el típico titular de The Economist es "Spanish Lessons" (clases de español), y cuando hace algo mal, utilizan el mismo titular para sugerir que los demás podrían también aprender de sus errores. Y cuando las cosas van realmente mal, recurren a la cursillada de "The Pain is Spain" en referencia a la célebre frase del musical "My Fair Lady" ("The rain in Spain stays mainly on the plain").
Pues, simplemente, me alegro de que el diario Cinco Días no ha tardado en replicar al artículo del FT mediante una tribuna del economista de la Universidad de Georgetown, José María Nogueira, quien defiende el éxito de España en los últimos años y quita hierro a las críticas de los ingleses.
Ya no recuerdo cual fue el periodista británico que hace 9 años sugerió en un libro la creación de una comunidad, como sustituto a la Unión Europea, en la que sólo se admitiría a países de habla inglesa (EE.UU., Canadá, Australia, Sudáfrica...). La justificación era que los países anglosajones habían alcanzado un nivel de desarrollo bastante superior al alcanzado por los demás países cuyos idiomas 'ni siquiera se entienden'. A pesar de las similitudes entre dicho libro y Mein Kampf, las críticas en la prensa inglesa fueron bastante moderadas. En ese momento me encontraba en Argentina, y al comentar el tema a un compañero estudiante norteamericano, éste no sólo se indignó. Se quedó estupefacto. No entendía cómo los británicos podían llegar a ser tan insulares. Los norteamericanos, acostumbrados a vivir en un país en el que se habla cada vez más español-, por dar sólo un ejemplo-, no eran capaces de entender la supuesta lógica de mantener una relación más fuerte con un país, por el mero hecho de compartir un idioma. Y con razón, conocen el poder que tienen, y al Presidente de la mayor superpotencia del mundo, le da igual llevarse bien con un Blair, un Brown, un Merkel, un Sarkozy...
¿Será que precisamente esa predisposición de Estados Unidos a debilitar su histórica 'relación especial' con Gran Bretaña para favorecer a otros países, haya provocado pánico en algunos informadores ingleses, todavía acojonados por el fin del imperio británico, (que conste que es una minoría de la 'gente pensante' pero que tiene bastante poder mediático - la prensa británica está en gran parte controlada por australianos), de manera que ahora sólo les queda buscar argumentos cada vez más espurios para defender su favorecida posición geopolítica respecto a su tamaño y población?
Me cuesta creerlo pero me estoy volviendo proamericano.