República, sí, pero...
Soy republicano -con 'r' minúscula- porque creo que es el peor modelo de estado posible, a excepción de todos los demás.
El principal argumento a favor de las monarquías es que el jefe de estado se aleja de la batalla política, representa a todos los ciudadanos y, salvando desgracias, tiene una gran preparación para el puesto desde el mismo día de nacer. Es un argumento que no acepto porque cualquier república democrática madura tiene un proceso de selección bastante más duro para llegar a la jefatura de estado y los candidatos suelen tener muchísima preparación. En Francia, casi todos estudian en la ENA pero no con ello basta para ser elegido. En Italia, Alemania y Portugal son estadistas de talla que ya han demostrado su valía en diversas instituciones públicas. El proceso electoral en Estados Unidos es extremadamente competitivo y aunque a pesar de ello puede salir un inútil, el pueblo suele tener el ejecutivo que merece, y son bastante más numerosos los inútiles que pueden salir de la tripa de una reina.
Sin embargo, antes que republicano soy demócrata y creo que es el pueblo el que tiene que definir de qué manera se elige al jefe de estado. En el caso de España, había un gran consenso en torno a la figura de Juan Carlos I, cuya legitimidad fue ratificada cuando se votó en referéndum sobre la actual Constitución Española, que define a España como una monarquía constitucional. Actualmente, los dos principales partidos, que juntos ocupan el 85% de los escaños en el Congreso, coinciden en el deseo de mantener el papel de la monarquía, aún siendo uno de esos partidos también republicano, al menos en teoría.
Por tanto, creo que para llegar a una situación de consenso sobre otro modelo de estado hace falta tiempo y, sobre todo, que los que defiendan ese cambio apliquen el sentido común y, ante todo, el respeto hacia los que esperan, algún día, convencer sobre su idoneidad y oportunidad. Y no creo que sus primeros pasos tras el anuncio de ayer vayan en esa dirección, sino todo lo contrario, insultan y ofenden a una persona sin la cual no se podría entender la reciente historia española. Cada cosa tiene su tiempo, y si queremos un sistema de gobierno más digno de un pueblo pensante, debemos ser menos vulgares en las formas. Por muchos que sean sus defectos, el todavía rey de España no es Luis XVI, y merece por lo menos el respeto tras más de 38 años de servicio a la España democrática. Y 'respeto', según mi humilde punto de vista, significa esperar al menos 24 horas antes de llenar las calles de banderas republicanas.
El principal argumento a favor de las monarquías es que el jefe de estado se aleja de la batalla política, representa a todos los ciudadanos y, salvando desgracias, tiene una gran preparación para el puesto desde el mismo día de nacer. Es un argumento que no acepto porque cualquier república democrática madura tiene un proceso de selección bastante más duro para llegar a la jefatura de estado y los candidatos suelen tener muchísima preparación. En Francia, casi todos estudian en la ENA pero no con ello basta para ser elegido. En Italia, Alemania y Portugal son estadistas de talla que ya han demostrado su valía en diversas instituciones públicas. El proceso electoral en Estados Unidos es extremadamente competitivo y aunque a pesar de ello puede salir un inútil, el pueblo suele tener el ejecutivo que merece, y son bastante más numerosos los inútiles que pueden salir de la tripa de una reina.
Sin embargo, antes que republicano soy demócrata y creo que es el pueblo el que tiene que definir de qué manera se elige al jefe de estado. En el caso de España, había un gran consenso en torno a la figura de Juan Carlos I, cuya legitimidad fue ratificada cuando se votó en referéndum sobre la actual Constitución Española, que define a España como una monarquía constitucional. Actualmente, los dos principales partidos, que juntos ocupan el 85% de los escaños en el Congreso, coinciden en el deseo de mantener el papel de la monarquía, aún siendo uno de esos partidos también republicano, al menos en teoría.
Por tanto, creo que para llegar a una situación de consenso sobre otro modelo de estado hace falta tiempo y, sobre todo, que los que defiendan ese cambio apliquen el sentido común y, ante todo, el respeto hacia los que esperan, algún día, convencer sobre su idoneidad y oportunidad. Y no creo que sus primeros pasos tras el anuncio de ayer vayan en esa dirección, sino todo lo contrario, insultan y ofenden a una persona sin la cual no se podría entender la reciente historia española. Cada cosa tiene su tiempo, y si queremos un sistema de gobierno más digno de un pueblo pensante, debemos ser menos vulgares en las formas. Por muchos que sean sus defectos, el todavía rey de España no es Luis XVI, y merece por lo menos el respeto tras más de 38 años de servicio a la España democrática. Y 'respeto', según mi humilde punto de vista, significa esperar al menos 24 horas antes de llenar las calles de banderas republicanas.