El Debate Electoral: Primera Ronda
Se ha terminado el primer debate electoral entre los candidatos a la Presidencia del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Algunos proclamarán la victoria de unos o de otros. Tengo claro quien yo considero el ganador, pero también reconozco que en los aspectos más técnicos,- no tanto el contenido de cada discurso sino en las formas de debatir-, el resultado no ha sido especialmente concluyente. Y conviene hacer algunos breves comentarios al respecto.
Este primer debate, tal y como se había acordado entre los dos partidos, fue liderado por Rajoy, en el sentido de que en cada turno, y en cada apartado temático, le tocó a él proponer los temas, y hasta cierto punto dirigir la agenda. En la segunda ronda le tocará a Zapatero, pero esta vez fue el turno de Rajoy, y en este caso eligió los temas que le resultaban más cómodos, que no son necesariamente los que más interesan a los votantes. Optó por el mismo discurso demagógico de los últimos 4 años. Acusó al Presidente del Gobierno de agredir a las víctimas del terrorismo, le acusó de romper el consenso territorial, de no prestar atención a la economía, de perder protagonismo en el marco internacional. Hizo un montón de acusaciones con poco fundamento, y no propuso nada. En los 3 minutos que le otorgaron para cerrar el debate, se limitó a leer un discurso preparado, muy bueno desde una perspectiva retórica, pero sin propuestas concretas de ningún tipo.
Zapatero le respondió con mesura. En ocasiones parecía tenso pero fue adquiriendo soltura a lo largo del debate. Su cara, sobre todo en el primer tiempo, dilató un claro nerviosismo, pero en lo global acertó en lo más importante, que era llevar el debate a su terreno, hablar de los avances de la legislatura que está por terminar, de los progresos sociales, del impresionante crecimiento económico, del cambio de rumbo en política exterior, de las mejoras en seguridad ciudadana. Se presentó como un político de convicciones, y casi hasta el final evitó entrar al trapo de las duras acusaciones de carácter personal que le hacía su contrincante.
El candidato socialista no se cortó al comparar sus logros con la experiencia del anterior gobierno, en el que Rajoy era ministro. Creo que a estas alturas a los votantes les interesa más el futuro que hablar del pasado. De todas formas, viendo que el líder popular había intentado centrar el debate en el terreno de la demagogia y de datos y cifras de cuestionable credibilidad, es comprensible que Zapatero se haya visto la necesidad de defender su récord político, y de demostrar la falsedad, y la hipocresía del discurso de Rajoy.
Rajoy demostró seguridad y confianza, aunque en su caso parecía perder un poco los papeles a medida que avanzaba el encuentro y al final se le veía más enfadado y a la defensiva. Tenía menos que perder, empezando con una desventaja en las encuestas, mientras Zapatero salía como claro favorito. El líder popular transmitió esa imagen cercana, campechana, pero a la vez muy provincial que le caracteriza. Pero sin ofrecer una alternativa. Nadie sabe lo que realmente quiere. Intenta, en el último momento, disfrazarse de político comprometido con lo social, pero esa imagen choca con la realidad de los pasados 4 años en los que ha llevado cada avance, cada progreso social que ha hecho España al Tribunal Constitucional. Y no propuso ninguna medida, ninguna ley concreta. Sabía que no era el foro para recordar a sus votantes de los planes de Pizarro de privatizar los servicios públicos, de los planes de Ángel Acebes de anular el matrimonio de los homosexuales, de los planes de Arias Cañete de expulsar a los inmigrantes que no sepan donde tirar las cabezas y la piel de las gambas. De estos temas no habló. Y me lleva a la conclusión de que mientras Zapatero habló de las cosas que él realmente quiere para el país, Rajoy se limitó a hablar de las cosas que él cree que quieren los votantes , pero que no se las va a dar.
Del debate, no ha surgido un nuevo Winston Churchill. Al margen de de mis preferencias políticas, reconozco las virtudes y las debilidades de la actuación de cada candidato en el debate. Creo que Zapatero tenía que haberse mostrado más duro, más convencido de sus logros, que son muchos, y de la visión que él tiene para España. También tendría que haber hecho un mayor esfuerzo para destapar la falsedad, y la hipocresía de Rajoy, y del Partido Popular en general. Lo hizo bien, pero algo le faltó.
En lo global, y ahora hablando sólo de la estructura del debate, creo que han salido poco de las pautas que tenían marcadas, y que el debate parecía demasiado rígido, demasiado controlado, algo falto de dinamismo. Pero después de 4 años de crispación política, me parece un enorme logro el sólo hecho que se haya podido producir semejante encuentro a dos semanas de las elecciones. Algo que en el Reino Unido curiosamente sigue resultando impensable.
La segunda ronda será el próximo lunes, 3 de marzo. Esperaremos a ver si en la segunda vuelta se consigue un poco más dinamismo en el duelo, y esa pasión tan necesaria para lograr una mayor participación el 9 de marzo. Pero estoy seguro que los votantes indecisos lo que más quieren es que se cambie el discurso de los políticos, de manera que tenga un tono más optimista, más acorde con los progresos de España en los pasados 30 años y con las ganas de seguir avanzando. Zapatero tiene un discurso de optimismo, de situar a España al nivel de los demás países europeos, tanto en lo económico como en lo social, pero si a Rajoy le gusta más hablar del terrorismo y de la cuestión territorial, no creo que haga mucho para aumentar la participación. Y eso, a lo mejor, es justo lo que él quiere.
Este primer debate, tal y como se había acordado entre los dos partidos, fue liderado por Rajoy, en el sentido de que en cada turno, y en cada apartado temático, le tocó a él proponer los temas, y hasta cierto punto dirigir la agenda. En la segunda ronda le tocará a Zapatero, pero esta vez fue el turno de Rajoy, y en este caso eligió los temas que le resultaban más cómodos, que no son necesariamente los que más interesan a los votantes. Optó por el mismo discurso demagógico de los últimos 4 años. Acusó al Presidente del Gobierno de agredir a las víctimas del terrorismo, le acusó de romper el consenso territorial, de no prestar atención a la economía, de perder protagonismo en el marco internacional. Hizo un montón de acusaciones con poco fundamento, y no propuso nada. En los 3 minutos que le otorgaron para cerrar el debate, se limitó a leer un discurso preparado, muy bueno desde una perspectiva retórica, pero sin propuestas concretas de ningún tipo.
Zapatero le respondió con mesura. En ocasiones parecía tenso pero fue adquiriendo soltura a lo largo del debate. Su cara, sobre todo en el primer tiempo, dilató un claro nerviosismo, pero en lo global acertó en lo más importante, que era llevar el debate a su terreno, hablar de los avances de la legislatura que está por terminar, de los progresos sociales, del impresionante crecimiento económico, del cambio de rumbo en política exterior, de las mejoras en seguridad ciudadana. Se presentó como un político de convicciones, y casi hasta el final evitó entrar al trapo de las duras acusaciones de carácter personal que le hacía su contrincante.
El candidato socialista no se cortó al comparar sus logros con la experiencia del anterior gobierno, en el que Rajoy era ministro. Creo que a estas alturas a los votantes les interesa más el futuro que hablar del pasado. De todas formas, viendo que el líder popular había intentado centrar el debate en el terreno de la demagogia y de datos y cifras de cuestionable credibilidad, es comprensible que Zapatero se haya visto la necesidad de defender su récord político, y de demostrar la falsedad, y la hipocresía del discurso de Rajoy.
Rajoy demostró seguridad y confianza, aunque en su caso parecía perder un poco los papeles a medida que avanzaba el encuentro y al final se le veía más enfadado y a la defensiva. Tenía menos que perder, empezando con una desventaja en las encuestas, mientras Zapatero salía como claro favorito. El líder popular transmitió esa imagen cercana, campechana, pero a la vez muy provincial que le caracteriza. Pero sin ofrecer una alternativa. Nadie sabe lo que realmente quiere. Intenta, en el último momento, disfrazarse de político comprometido con lo social, pero esa imagen choca con la realidad de los pasados 4 años en los que ha llevado cada avance, cada progreso social que ha hecho España al Tribunal Constitucional. Y no propuso ninguna medida, ninguna ley concreta. Sabía que no era el foro para recordar a sus votantes de los planes de Pizarro de privatizar los servicios públicos, de los planes de Ángel Acebes de anular el matrimonio de los homosexuales, de los planes de Arias Cañete de expulsar a los inmigrantes que no sepan donde tirar las cabezas y la piel de las gambas. De estos temas no habló. Y me lleva a la conclusión de que mientras Zapatero habló de las cosas que él realmente quiere para el país, Rajoy se limitó a hablar de las cosas que él cree que quieren los votantes , pero que no se las va a dar.
Del debate, no ha surgido un nuevo Winston Churchill. Al margen de de mis preferencias políticas, reconozco las virtudes y las debilidades de la actuación de cada candidato en el debate. Creo que Zapatero tenía que haberse mostrado más duro, más convencido de sus logros, que son muchos, y de la visión que él tiene para España. También tendría que haber hecho un mayor esfuerzo para destapar la falsedad, y la hipocresía de Rajoy, y del Partido Popular en general. Lo hizo bien, pero algo le faltó.
En lo global, y ahora hablando sólo de la estructura del debate, creo que han salido poco de las pautas que tenían marcadas, y que el debate parecía demasiado rígido, demasiado controlado, algo falto de dinamismo. Pero después de 4 años de crispación política, me parece un enorme logro el sólo hecho que se haya podido producir semejante encuentro a dos semanas de las elecciones. Algo que en el Reino Unido curiosamente sigue resultando impensable.
La segunda ronda será el próximo lunes, 3 de marzo. Esperaremos a ver si en la segunda vuelta se consigue un poco más dinamismo en el duelo, y esa pasión tan necesaria para lograr una mayor participación el 9 de marzo. Pero estoy seguro que los votantes indecisos lo que más quieren es que se cambie el discurso de los políticos, de manera que tenga un tono más optimista, más acorde con los progresos de España en los pasados 30 años y con las ganas de seguir avanzando. Zapatero tiene un discurso de optimismo, de situar a España al nivel de los demás países europeos, tanto en lo económico como en lo social, pero si a Rajoy le gusta más hablar del terrorismo y de la cuestión territorial, no creo que haga mucho para aumentar la participación. Y eso, a lo mejor, es justo lo que él quiere.