El J. Edgar Hoover español que se cree Franklin D. Roosevelt
Mariano
Rajoy cree que la mejor estrategia de gobierno es echar la culpa de todos sus
problemas del país a los que vinieron antes. Desde luego, en línea con todo lo
que venga de la boca de este señor, no tiene nada de novedoso. Es algo que se
ha intentado muchas veces y que con una buena estrategia de relaciones públicas
mediante, puede dar resultados por bastante tiempo.
Sin
embargo, los votantes pueden ser ingenuos, pero no son tontos. Y con el paso
del tiempo se van dando cuenta de que nuestras desgracias son, en gran parte,
responsabilidad de los que nos gobiernan y que ellos son los primeros que
tendrán que rendir cuentas. Porque no fue el anterior Gobierno el que decidiera
los últimos recortes de Rajoy, que han endurecido aún más las políticas de
austeridad y que nos están conduciendo a una tasa de desempleo y una recesión
aún mayores, a pesar de que este hubiera prometido que nada más llegar al poder
las cosas iban a mejorar. No fue el anterior Gobierno el que decidiera aumentar
el IRPF, y ahora el IVA, reduciendo la capacidad de consumo y de ahorro de los
ciudadanos, a pesar de haber centrado su labor de oposición en criticar a unas
medidas similares por considerar que no nos iban a permitir volver a crecer. Y
no fue el anterior Gobierno el que decidiera introducir el copago en la sanidad
pública o restringir el acceso a los inmigrantes, aunque se ha demostrado
que esta medida de tintes racistas tiene mucho de populismo y poco de eficacia
porque los que menos consumen en servicios sanitarios son justo los que
pretende castigar.
Los
ciudadanos entienden que el señor Rajoy tiene pocas alternativas, al igual que
ocurrió en la segunda legislatura de
Zapatero. La diferencia es que
mientras este recortó con desgana –sabía que los que más iban a verse
perjudicados eran sus propios votantes- el PP lo disfruta. Para bien o para
mal, la política de austeridad es la niña de su correligionario, Angela Merkel. Rajoy, la niña de
Merkel. Y además cree que si mientras aplique los recortes, finge dolor y se
excusa, siempre a través de su sufrida portavoz, Soraya Sáenz de Santamaría, con el argumento de que la culpa
es de los demás, la gente le perdonará todo.
Gobernar
significa tomar decisiones. E incluso cuando se recorta, hay que elegir qué
recortar. No es lo mismo aumentar el precio del transporte público que imponer
un canon a los coches en los centros urbanos. No es lo mismo poner un vendedor
de armas como Ministro de Defensa que cobrar un impuesto a las grandes
fortunas. El Gobierno sabe quien representa. Los demás son carne para las urnas
que se gana manipulando.
El
PP criticó la manera con la que recortaba el PSOE y prometió hacerlo de otra
manera, y con otras prioridades. Dijo que el IVA perjudicaba sobre todo a los
jubilados y a los parados, y que él no iba a hacer semejante cosa. Dijo que no
se podía reducir el déficit recortando, porque más paro y más recesión siempre
significan menos dinero para las arcas públicas. Nos prometió otra cosa pero
nos ofrece lo mismo, sólo con mayor dureza, mayor rapidez y con menos vergüenza.
Si estamos como estamos por lo que hicieron los demás, ¿por qué hace lo mismo
de lo que hicieron los demás? O reconoce que Zapatero tenía razón o tiene que
rectificar y aplicar la doctrina keynesiana que él tanto reclamaba.
Por
mucho que se critique al anterior Gobierno, en sus últimos dos años se leían
editoriales cada vez más halagüeños por parte de The Economist y el Financial
Times, que llegaron a afirmar que tarde o temprano los españoles
agradecerían su gestión por evitar un escenario como el griego. Sin embargo, en
los últimos meses en medios extranjeros sólo se leen críticas al Gobierno de
Rajoy, unas críticas que apenas se leen en El
Mundo o El País, como sí ocurría
cada vez que algún pirata informático suplantaba la identidad de Zapatero para
burlarse de la presidencia española de la Unión Europea. Primero, Rajoy dijo
que no iba a alcanzar los objetivos de déficit, perjudicando la imagen de
España de cara a los inversores e las instituciones europeas. Sin embargo, le
mandaron a freír espárragos y ahora se ríen de que ni siquiera ahora España va
a alcanzar los objetivos revisados. Él promete alcanzar el 3% en 2013, sin
embargo, el FMI dice que no llegaremos al 3% hasta
2018. Sigue aplicando la misma doctrina que le enseñaron desde pequeño,
y dice que lo que hay que hacer es dejar
de tomar café. Antes había café para todos. Ahora sólo hay café para
Rajoy y sus ministros. Los demás tenemos que ajustar el cinturón o emigrar.
Mientras los ministros del anterior gobierno repetían hasta la saciedad que
España era solvente, el jefe de la diplomacia muy poco diplomático de Rajoy
acaba de afirmar que esto
es como el Titanic. Y por supuesto, toda la culpa es del PSOE y de Cristina Kirchner. La Merkel no entra en
sus críticas porque son amigos.
Estarán
esperando que la semana que viene en Francia gane Hollande para que por fin se puedan aplicar unas políticas que
impulsen el crecimiento. Unas políticas socialdemócratas que nos ayuden a salir
de la crisis. Y de la misma forma que Aznar logró hace 12 años subirse el carro
del laborista, Blair, Rajoy podrá
posicionarse como el nuevo ‘centroman’ y ponerse la medalla por la futura
recuperación. Aunque él no haya hecho nada más que adular y seguir a los que
realmente ostentan el poder en Europa. Y mientras tanto, vemos como berlusconiza
la tele, invierte cada vez más en antidisturbios, privatiza el poco que queda
del sector público y planta las semillas de la próxima crisis, que como
siempre, será culpa de otros.