Locos en el mundo: Surrealismo en pleno siglo… no sé qué
Esta
cabina en el tiempo se encuentra desorientada desde que a alguna hora de la
noche del sábado, se transformó en una de máquina de tiempo y nos hizo
retroceder unos 100 años hasta una lejana época colonial cuando los reyes iban
a la caza de osos en la Casa de Campo y de proboscidios al sur del continente africano.
Resultó, de todas formas, que en realidad siempre habitábamos en aquella época,
sólo que hasta ahora nuestros medios de comunicación nos habían hecho creer que
en realidad los monarcas se dedicaban a pasar noches insomnes preocupándose por
el futuro de la generación más joven o por las perspectivas de las pequeñas y
medianas empresas.
El rey se cayó y se rompió la cadera, sólo unos días después de que su nieto,
Froilán, se pegara un tiro en el pie, porque efectivamente, ser aristócrata en
este siglo XIX presupone que llevas arma, y manejar una escopeta requiere sobre
todo experiencia, es decir, prueba y error, tal y como descubrió el Jefe de
Estado en sus años juveniles a expensas de la salud y la vida de su hermano.
Pero
avancemos un poquito, que el uniforme del Coronel Tapioca, por mucho estilo que
tenga, se consideraba algo pasado de moda incluso a finales de los años 50,
década a la que fui trasladado 24 horas después cuando la Presidenta de
Argentina decidió expropiar el 51% de los activos de la empresa petrolera YPF
al más puro estilo de los rebeldes de la revolución cubana, expulsando a los
directivos de sus despachos en el mismo momento de hacer el anuncio. Sigo dándole
vueltas en mi cabeza intentando encontrar una explicación por semejante
maniobra, más allá del efectismo del momento. Desde luego, se trata de una
decisión soberana del Gobierno argentino y las consecuencias las percibiremos
en los próximos meses. Sin embargo, incluso en los casos en los que sea de
interés nacional hacerse con el control de una industria estratégica, hasta
ayer creía que vivía en una época en la que estas cosas se hacían con más
decoro, ante todo, para no espantar a otros inversores.
Ahora,
sin embargo, han pasado otras 24 horas y la reacción del gobierno español a
semejante despropósito se acerca más al surrealismo de Dalí que a cualquier
otro fenómeno que había visto en este siglo que creía ser el XXI, y más en un
continente que se llama Europa. Después de entretenernos por unos días con un
espectáculo teatral para intentar afectar indignación por una decisión que ya
sabían era hecho consumado, y que en realidad, tal y como ya ha confesado la
Comisión Europea y como señala ayer en un duro editorial la revista, The
Economist, les deja entre la espada y la pared, hoy nos revelan la primera
pieza en su estrategia de represalias: Censurar un programa de viajes en la primera
cadena pública. ¡Ya veo como tiembla la Kirchner!
Y
es que el Presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha encontrado en esta
desafortunada cadena de sucesos el argumento perfecto para montar su propia
aventura trillesca, sólo que en esta
ocasión su principal herramienta para tensar las cuerdas con otro país no se
llama la Isla Perejil sino RTVE. De esta forma rocambolesca, ha situado en el
centro de la polémica por la propiedad de YPF, al programa Españoles en el
Mundo, que intenta retratar la vida de los españoles de pie en diversos lugares
del planeta. Hoy tocaba la Patagonia, lugar de origen de su nueva enemiga
pública número uno, y por tanto, había que censurarla sin falta y sustituirla
por otro capítulo sobre Praga. Curiosamente, la defensa de la cadena es que no
querían situar al programa en medio de la controversia, pero al hacerlo, han
situado a Televisión Española a la altura de Cubavisión, y aquí estoy
escribiendo sobre el insólito episodio.
Vale. Lo
reconozco. Soy ingenuo. Floto por el mundo en mi cabina y sigo intentando
pensar que hay políticos buenos y malos, que la sofisticación se aprende con la
experiencia y que las decisiones políticas en los países democráticas tienen un
componente estratégico. Sin embargo, en la semana en la que he visto al rey
luchar con los elefantes; al ministro, Margallo, acusar a Cristina Fernández de
Kirchner de manejar la escopeta de Froilán -y amenazar con duras medidas
diplomáticas a un país que más allá del caso Repsol sigue siendo estratégico
para algunas de las mayores empresas españolas-; y a la mayor parte de la
clásica política argentina aplaudir una intervención de una empresa que aún no
se sabe cómo se va a gestionar a partir de ahora; lo único con el que puedo
soñar es con despertarme o con que esta máquina de tiempo me devuelva cuanto
antes al siglo en el que creía vivir. O eso o que dejen de meter alucinógenas en mi desayuno.