Compañeros, reivindiquemos la utilización del “usted”
En España
hablamos cada vez menos de usted y creemos que esto se trata de evidencia del
progreso social, de la abolición de las jerarquías y, en definitiva, la
constatación de la igualdad. Hecho curioso, a la vista de que en Francia,
patria par excellence de la egalité, solidarité et fraternité, es
bastante más común comunicarse con el formal, ‘vous’. También nos sorprende la formalidad de nuestros hermanos
latinoamericanos, que se saludan a menudo con un, “buenos días, señor”, por mucho que la conversación sea entre
conocidos de por vida. Y eso sin mencionar a los británicos. En mi tierra,
hasta el peluquero saluda con un “Good
morning, Mr Smith”, en cambio, en España las operadoras telefónicas más modernas alardean de iniciar sus
comunicados con un “Hola Pepe”, y de
tutearnos cuando llamamos, cabreados, a su servicio de Atención al Cliente.
Curiosamente, en
el mundo anglosajón, al margen de la aparente formalidad, no existe distinción
entre lo formal y lo informal cuando usamos la segunda persona. El pronombre, ‘you’, nos vale para todos. Sin embargo,
como hoy nos recuerda el blog
de The Economist, el ‘you’ inglés no es, en realidad, el
equivalente del castellano, ‘tú’ sino
el del “usted”. En el lenguaje
medieval, como vemos en las obras de Shakespeare, existía también el pronombre
informal, ‘thou’, y si bien el ‘ye’ y, posteriormente, el ‘you’, se utilizarían exclusivamente
para dirigirse a personas de los estamentos más altos, poco a poco su uso se democratizaría
y se extendería al resto de la población, eliminándose el variante informal.
Pasaría algo parecido en Francia, España y Alemania, sin embargo, en aquellos
países se mantendría el pronombre informal para dirigirse a las personas más
cercanas, aunque bien es cierto que los franceses a menudo se saludan cortésmente
con el ‘vous’, incluso entre amigos y
familiares.
Los motivos de
estas divergencias pueden ser diversos y, desde luego, en América Latina hay variaciones
de uso entre países e incluso entre las diferentes regiones de un mismo país,
que pueden deberse, al menos en parte, a factores de clase o a las diferencias
jerárquicas a partir de la colonización hispánica. De todas formas, no deja de
llamar la atención un hecho concreto. Y es que en Francia y Gran Bretaña, -y en
cierta medida también en las repúblicas latinoamericanas-, a medida que las sociedades han evolucionado, el
pronombre cortés ha dejado de utilizarse en exclusiva para dirigirse a los
superiores para ser patrimonio de toda la sociedad. En España pasó algo
parecido, no obstante, en los últimos años monárquicos se ha dado la situación
inversa y es que ahora el español común ha tenido que acostumbrarse a que las
autoridades públicas, e incluso las empresas que supuestamente le prestan
servicio, se dirijan a él con un pronombre que antaño se utilizaba para
dirigirse a personas de menor estatus social. ¿Será que mientras para nuestros
vecinos, y también para nuestros hermanos latinoamericanos, todos han alcanzado
la igualdad ante la ley y forman parte de la misma estructura democrática,
mereciendo por tanto ser tratados con la misma cortesía, en España, a excepción
de las capas más altas de la sociedad, todos nos hemos convertido en meros
súbditos, y por tanto, aceptamos que nos tuteen sin darnos cuenta de que con cada frase se reafirma nuestra subordinación ante la ley?
Desde luego, mi
hipótesis generará polémica pero, tal vez, en un momento en el que nos sentimos
ninguneados por las instituciones y constatamos que nuestros ‘representantes’
expolian las instituciones públicas todos los días del año sin respetar
nuestros derechos como ciudadanos, ha llegado la hora de reivindicar nuestro
estatus en la sociedad, de volver a hablarnos de usted y de exigir que así nos
hablen los demás. Por supuesto, con cariño y con respeto, justo como nos
merecemos en un país supuestamente de iguales.
Le agradezco a usted
por leerme y, por supuesto, le agradecería sus comentarios.