Una imagen para comentar; una imagen para informar
Leo el periódico y observo que la mayoría de las fotos que publican hoy en día son meras ilustraciones y en nada son informativas. No aportan pruebas de ningún tipo, no añaden a la noticia en sí. Eso sí, comentan la noticia, transmiten con fuerza una idea, una interpretación de la realidad. Tratan a las audiencias no como personas que hay que informar sino como objetos sobre los que hay que influir, en cuyas cabezas han de imprimir una idea, una opinión.
Hoy, día de elecciones en Israel, veo en la portada de un medio online de referencia una foto de Benjamín Netanyahu rezando en el Muro de las Lamentaciones. Según señala el subtítulo, la foto se ha sacado hoy mismo. Se ha hecho a posta, es decir, en este caso la iniciativa no viene del medio sino del equipo de campaña del más que probable vencedor de esta contienda electoral. El medio se limita a difundirla, por poco que tenga valor informativo. Eso sí, nos intenta transmitir los nervios del candidato en las últimas horas de unas elecciones en las que los resultados están cantados, pero sobre todo refuerza la idea de los enormes retos que va a enfrentar el líder de Likud en los próximos años, unos desafíos que serán aún más duros a la vista de la más que probable necesidad de aliarse con la derecha extrema.
La imagen, sin embargo, no nos comunica una noticia como tal. Se trata de un mensaje simbólico. Propagandístico. No la podemos analizar con una visión crítica. Se limita a transmitir con fuerza y con cierta pasión, una idea, con la intencionalidad de generar una reacción no racional sino emocional en el lector.
En algunos casos puede ser una técnica útil y deseada. No sólo las palabras sirven para transmitir lo que se siente en un lugar y en momento. Sin embargo, también necesitamos imágenes que transmitan hechos y pruebas; en definitiva, que aporten un valor adicional a la información textual fría en la que deben fundamentarse, ante todo, los medios de comunicación 'serios'.
El otro día, en la Cineteca del Matadero de Legazpi, ví el documental de Basilio Martín Patino, "Libre te quiero", sobre las manifestaciones del 15M. Un documental con un fuerte componente emocional que imprimió lágrimas en las mejillas de la mayoría de los asistentes. Sin embargo, más allá de esa tensión que provoca ver en la gran pantalla algo que hemos vivido hace todavía muy poco tiempo y que todavía tiene gran relevancia para nosotros, nos permitió ver con imágenes y en primera persona algo de lo que pasó esos días hace un año y medio, antes de las elecciones locales y regionales; nos enseñó cómo actuaron los manifestantes, y como se portó la policía.
En una escena concreta, vemos cómo la masa popular se acerca peligrosamente a una barrera policial. Los que están al frente de la manifestación se ven obligados a avanzar, empujados por la presión de los que se acercan por detrás, presentando así una amenaza al dispositivo policial que intenta limitar el espacio ocupado por la movilización. Unos empiezan a caerse y los antidisturbios reaccionan intentando contener la situación. Algunos con medios pacíficos, otros con mayor violencia y golpes de sus porras. Uno saca una cámara de vídeo para grabar -¿o asustar?- a los manifestantes. En otra escena vemos como un policía pega a una manifestante y luego como otro le da agua y le intenta calmar. Son imágenes que pueden ofrecer una visión parcial, que pueden ser sacadas desde una perspectiva ideológica. Desde luego, la objetividad total es imposible y menos en un momento tan emotivo como fue el 15M. Sin embargo, en este caso nos aporta datos, pruebas documentales, evidencia que podemos analizar, estudiar, comparar y que nos ayuda a formular una conclusión sobre lo que realmente ocurrió esos días de la primavera madrileña de 2011.
Los medios enfrentan una crisis de credibilidad en nuestro país. En este contexto, cuánto les beneficiaría a algunos volver a sus raíces y ofrecer contenidos informativos, tanto a nivel de texto como visuales, y marginalizar un poco más la utilización de las imágenes como recurso para opinar, para manipular. Imágenes que nos aporten valor informativo en vez de alimentar uno u otro discurso. Imágenes que nos muestren con el mayor realismo posible qué pasa a miles de kilómetros de distancia o a la vuelta de la esquina. Creo, personalmente, que si lo hicieran ganarían más de un lector. ¿Es mucho pedir? ¿Qué opinan los lectores?
Hoy, día de elecciones en Israel, veo en la portada de un medio online de referencia una foto de Benjamín Netanyahu rezando en el Muro de las Lamentaciones. Según señala el subtítulo, la foto se ha sacado hoy mismo. Se ha hecho a posta, es decir, en este caso la iniciativa no viene del medio sino del equipo de campaña del más que probable vencedor de esta contienda electoral. El medio se limita a difundirla, por poco que tenga valor informativo. Eso sí, nos intenta transmitir los nervios del candidato en las últimas horas de unas elecciones en las que los resultados están cantados, pero sobre todo refuerza la idea de los enormes retos que va a enfrentar el líder de Likud en los próximos años, unos desafíos que serán aún más duros a la vista de la más que probable necesidad de aliarse con la derecha extrema.
La imagen, sin embargo, no nos comunica una noticia como tal. Se trata de un mensaje simbólico. Propagandístico. No la podemos analizar con una visión crítica. Se limita a transmitir con fuerza y con cierta pasión, una idea, con la intencionalidad de generar una reacción no racional sino emocional en el lector.
En algunos casos puede ser una técnica útil y deseada. No sólo las palabras sirven para transmitir lo que se siente en un lugar y en momento. Sin embargo, también necesitamos imágenes que transmitan hechos y pruebas; en definitiva, que aporten un valor adicional a la información textual fría en la que deben fundamentarse, ante todo, los medios de comunicación 'serios'.
El otro día, en la Cineteca del Matadero de Legazpi, ví el documental de Basilio Martín Patino, "Libre te quiero", sobre las manifestaciones del 15M. Un documental con un fuerte componente emocional que imprimió lágrimas en las mejillas de la mayoría de los asistentes. Sin embargo, más allá de esa tensión que provoca ver en la gran pantalla algo que hemos vivido hace todavía muy poco tiempo y que todavía tiene gran relevancia para nosotros, nos permitió ver con imágenes y en primera persona algo de lo que pasó esos días hace un año y medio, antes de las elecciones locales y regionales; nos enseñó cómo actuaron los manifestantes, y como se portó la policía.
En una escena concreta, vemos cómo la masa popular se acerca peligrosamente a una barrera policial. Los que están al frente de la manifestación se ven obligados a avanzar, empujados por la presión de los que se acercan por detrás, presentando así una amenaza al dispositivo policial que intenta limitar el espacio ocupado por la movilización. Unos empiezan a caerse y los antidisturbios reaccionan intentando contener la situación. Algunos con medios pacíficos, otros con mayor violencia y golpes de sus porras. Uno saca una cámara de vídeo para grabar -¿o asustar?- a los manifestantes. En otra escena vemos como un policía pega a una manifestante y luego como otro le da agua y le intenta calmar. Son imágenes que pueden ofrecer una visión parcial, que pueden ser sacadas desde una perspectiva ideológica. Desde luego, la objetividad total es imposible y menos en un momento tan emotivo como fue el 15M. Sin embargo, en este caso nos aporta datos, pruebas documentales, evidencia que podemos analizar, estudiar, comparar y que nos ayuda a formular una conclusión sobre lo que realmente ocurrió esos días de la primavera madrileña de 2011.
Los medios enfrentan una crisis de credibilidad en nuestro país. En este contexto, cuánto les beneficiaría a algunos volver a sus raíces y ofrecer contenidos informativos, tanto a nivel de texto como visuales, y marginalizar un poco más la utilización de las imágenes como recurso para opinar, para manipular. Imágenes que nos aporten valor informativo en vez de alimentar uno u otro discurso. Imágenes que nos muestren con el mayor realismo posible qué pasa a miles de kilómetros de distancia o a la vuelta de la esquina. Creo, personalmente, que si lo hicieran ganarían más de un lector. ¿Es mucho pedir? ¿Qué opinan los lectores?