Hoy sufrimos los europeos pero el expolio es global
Mientras en Europa sufrimos,
ante la pasividad de nuestros dirigentes, la peor crisis económica desde los
años 30, y nos habituamos al temor a que todo lo construido en los últimos 65
años venga abajo, dejándonos expuestos a una pobreza inimaginable, y a tener
que luchar solos contra multitud de amenazas geopolíticas; al otro lado del
charco, y tirando hacia el sur, los latinoamericanos disfrutan de una primavera
de esperanza, de creciente justicia social y de continuo crecimiento económico.
Ellos saben algo que
nosotros no intuimos a tiempo; que no
se puede vivir del déficit público, que al final los mercados te arrastran
al abismo. Lo aprendieron con la crisis de principios de la última década y
ahora, dos años después nosotros, los europeos, y en particular, los
españoles, portugueses, irlandeses, italianos y griegos estamos pagando el
precio de nuestra ingenuidad.
Sin embargo, mientras
disfrutan de su ‘bonanza’, que al igual que la que nos tocó a nosotros no es
bonanza para todos, y con unos políticos que pecan de clientelismo y que
gestionan sus países como pequeños feudos, van apareciendo nuevos peligros en
el horizonte. Su riqueza, generada sobre todo a base del aumento del precio de
las materias primas en el mercado mundial tampoco es sostenible, y parece que
de paso, con tal de conseguir beneficios rápidos, están derrochando
recursos y destruyendo ecosistemas. En definitiva, hipotecan su futuro en
el nombre de los beneficios a corto plazo.
Mientras tanto, los
banqueros y especuladores se ríen de Europa y nos piden que miremos el ejemplo
de otras
regiones más ‘pujantes’. Sin embargo, todo en este mundo es cíclico y tarde
o temprano a
otros les tocará la misma sorpresa desagradable una vez terminados los efectos
de la hipnosis.
Los mercados generan riqueza
pero a coste de barrer todo lo demás, de acabar con los recursos y de oscurecer
el futuro de nuestros hijos. Conseguir un cambio requiere un esfuerzo global.
También requiere que tanto los que yacemos bajo la apisonadora de la crisis como los que hoy sonríen cegados
por la cortina de humo de la riqueza temporal nos demos cuenta de que todo es
una gran mentira enmascarada con datos y cifras cada vez más astronómicas e
indescifrables, y que la única posibilidad de cambiar las cosas es por medio de
un gran despertar mundial, impulsado por la continua reducción de
las barreras geográficas y humanas, y que nos lleve a reivindicar nuestros
derechos y nuestro papel en una verdadera democracia en la que el poder emane
del pueblo y no de unas instituciones cada vez más apartadas de la realidad de
nuestra necesidad de supervivencia como raza humana.