Y ahora.... ¡Al futuro!
Hace una semana hablé de las virtudes y de las debilidades de los discursos de los dos candidatos en el primer debate electoral. Noté que ambos candidatos tenían puntos en los que podían mejorar, y sobre todo, que escasearon propuestas concretas. Se hablaba mucho del pasado, y poco del futuro.
Esta noche, en el segundo debate, ha habido un claro ganador. Y ese ganador ha sido el candidato que desde el primer momento se ha ofrecido para discutir propuestas. Propuestas reales, propuestas concretas. Propuestas para seguir manteniendo la fortaleza de la economía, y para seguir creciendo. Propuestas para avanzar en materia de educación, de vivienda, de salud, de derechos sociales, de infraestructuras, de bienestar, de cohesión social. Propuestas para el futuro, no nostalgia por el pasado.
Al otro candidato se le ha visto el plumero. Desde el primer momento se ha negado a debatir las propuestas que se han hecho. Se ha limitado a repetir su discurso cansino, y basado en la mentira, de que se rompe España, de que la economía está en pañales, de que los niños, su niña, no tienen futuro. No ha hecho apenas una propuesta alternativa, y concreta, en una hora y media de debate. Ha seguido en su estrategia, tal y como lo definió el otro día su Director de Comunicación al Financial Times, de buscar la apatía, el cansancio, la abstención como su única esperanza de ganar las próximas Elecciones Generales. Se ha centrado en datos absurdos, con el único fin de desviar el debate para que se hable no de las ideas, sino de cosas que no interesan a los ciudadanos. Ha intentado convertir un debate sobre la nueva política en un debate compuesto de formas traídas de la vieja política autoritaria y de la confrontación.
España necesita seguir el camino de la modernidad. Tiene muchos retos que afrontar. Se acercan turbulencias económicas que además están afectando a medio mundo. Hace falta un Presidente que sea capaz de mantener a España en el camino del progreso en estos tiempos de dificultad, que no recurra a la demagogia para echar la culpa de los problemas propios a razones ajenas, que en el caso de la inmigración, todo de lo contrario a lo que piensa el señor Rajoy, ha sido uno de los principales motores del crecimiento de la economía española en los últimos años. Hace falta que España se siga renovando, que algunas leyes avanzadas de la legislatura que está por terminar, puedan ser puestas en práctica en las Comunidades que ahora las boicotean. Que en la Comunidad de Madrid se cumpla de una vez por todas la ley antitabaco, protegiendo a la salud de los ciudadanos, aunque no sea exactamente lo que quiera la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid.
Hace falta, como ha dicho Mariano Rajoy, una legislatura estable, sin crispación, en la que haya diálogo y consenso sobre los principales temas del Estado. En la que los ciudadanos vean a los políticos actuar, no en interés propio sino en beneficio de todos los ciudadanos. Está claro, si vamos a cumplir estos modestos objetivos en la próxima legislatura, que en ella no cabe el señor Rajoy, ni en el Gobierno, ni en la oposición.
No podré votar el próximo 9 de marzo, al ser ciudadano de otro país europeo, pero sí puedo opinar. Y en caso de poder votar, mi voto sería para el progreso. Mi voto sería para José Luis Rodríguez Zapatero.
Esta noche, en el segundo debate, ha habido un claro ganador. Y ese ganador ha sido el candidato que desde el primer momento se ha ofrecido para discutir propuestas. Propuestas reales, propuestas concretas. Propuestas para seguir manteniendo la fortaleza de la economía, y para seguir creciendo. Propuestas para avanzar en materia de educación, de vivienda, de salud, de derechos sociales, de infraestructuras, de bienestar, de cohesión social. Propuestas para el futuro, no nostalgia por el pasado.
Al otro candidato se le ha visto el plumero. Desde el primer momento se ha negado a debatir las propuestas que se han hecho. Se ha limitado a repetir su discurso cansino, y basado en la mentira, de que se rompe España, de que la economía está en pañales, de que los niños, su niña, no tienen futuro. No ha hecho apenas una propuesta alternativa, y concreta, en una hora y media de debate. Ha seguido en su estrategia, tal y como lo definió el otro día su Director de Comunicación al Financial Times, de buscar la apatía, el cansancio, la abstención como su única esperanza de ganar las próximas Elecciones Generales. Se ha centrado en datos absurdos, con el único fin de desviar el debate para que se hable no de las ideas, sino de cosas que no interesan a los ciudadanos. Ha intentado convertir un debate sobre la nueva política en un debate compuesto de formas traídas de la vieja política autoritaria y de la confrontación.
España necesita seguir el camino de la modernidad. Tiene muchos retos que afrontar. Se acercan turbulencias económicas que además están afectando a medio mundo. Hace falta un Presidente que sea capaz de mantener a España en el camino del progreso en estos tiempos de dificultad, que no recurra a la demagogia para echar la culpa de los problemas propios a razones ajenas, que en el caso de la inmigración, todo de lo contrario a lo que piensa el señor Rajoy, ha sido uno de los principales motores del crecimiento de la economía española en los últimos años. Hace falta que España se siga renovando, que algunas leyes avanzadas de la legislatura que está por terminar, puedan ser puestas en práctica en las Comunidades que ahora las boicotean. Que en la Comunidad de Madrid se cumpla de una vez por todas la ley antitabaco, protegiendo a la salud de los ciudadanos, aunque no sea exactamente lo que quiera la actual Presidenta de la Comunidad de Madrid.
Hace falta, como ha dicho Mariano Rajoy, una legislatura estable, sin crispación, en la que haya diálogo y consenso sobre los principales temas del Estado. En la que los ciudadanos vean a los políticos actuar, no en interés propio sino en beneficio de todos los ciudadanos. Está claro, si vamos a cumplir estos modestos objetivos en la próxima legislatura, que en ella no cabe el señor Rajoy, ni en el Gobierno, ni en la oposición.
No podré votar el próximo 9 de marzo, al ser ciudadano de otro país europeo, pero sí puedo opinar. Y en caso de poder votar, mi voto sería para el progreso. Mi voto sería para José Luis Rodríguez Zapatero.