Cuando miente Pinocho 2.0, se achica su nariz
Si
el plagio es una ofensa a los que se esfuerzan por investigar y escribir algo
original, me pregunto qué sensación tiene un escritor a quien le atribuyen textos
que no son suyos. Desde luego, si me atribuyeran alguna obra de Cervantes o de
Shakespeare, lo tomaría como un honor aunque después me daría algo de vergüenza
pensar que la gente me respeta por un don que no me corresponde. En cambio, si
fuera un gran escritor y me diera cuenta de que circulaban, con mi foto y
firma, textos mediocres que nunca había
escrito, me provocaría algo cercano a la indignación.
Curioso
me resulta, por tanto, que hoy han sido precisamente los ‘indignados’ los que
han tenido que eliminar
de su página web un texto atribuido al escritor, Arturo Pérez-Reverte sobre la crisis,
cinco días después de haberlo colgado. En realidad, se trata de una versión de
otro artículo publicado hace más de un año en Noticias
de Navarra, firmado por Jesús Sanz
Astigarraga, y que lleva mucho tiempo circulando en diversos foros de Internet
con la firma del falso autor. Leyendo el artículo, no hay que ser muy avispado
para darse cuenta de que no es de Pérez-Reverte. No comparte nada de su estilo,
e insulta directamente a sus lectores de una forma cruda que rebasa incluso los
límites del creador de la saga del Capitán Alatriste. Sin embargo, el fenómeno
de la viralidad ha permitido que en poco tiempo la mentira se convierta casi en
artículo de fe, e incontables usuarios de las redes sociales se enrojecen al
darse cuenta del engaño, en muchos casos después de haberlo compartido con sus
amigos y, por tanto, de dar continuidad a su difusión en la Red.
Internet
es quizás la mejor prueba de lo ingenuos que somos y de hasta qué punto estamos
dispuestos a difundir infamias o noticias sensacionalistas sin contrastar. Recuerdo
esos e-mails en los que se anuncia que tal persona ha desaparecido y, por
favor, reenvíalo a todos los contactos de tu libreta de direcciones. Los
inocentes usuarios cumplen con la solicitud añadiendo la breve introducción, “No sé si será verdad pero te lo reenvío por
si acaso…” En muchos casos, me atrevo a pensar que incluso sospechando que
la información puede que no sea completamente verdadera, preferimos compartirla
con rapidez por el morbo. Las mentiras son mucho más interesantes que la
verdad. Vivimos, después de todo, en una época en la que las verdades no son
rentables, en la que canales como CNN o la BBC son superados por la Fox o
Intereconomía, que ponen la ideología y la mentira por delante la investigación
y la objetividad. Buscamos confirmar nuestros prejuicios en vez de
cuestionarlos, que es lo que antaño se enseñaba en la Universidad.
En
este contexto, me pregunto, si incluso nos dejamos engañar por cosas tan
absurdas como el artículo que acabo de mencionar, ¿cuántas mentiras nos
transmiten nuestros gobernantes? O mejor dicho, ¿con qué frecuencia nos cuentan
la verdad? Sospecho que esta segunda cifra, por pequeña, sería más fácil de
cuantificar. Las redes sociales no clasifican las noticias según su nivel de
veracidad, sino por el nivel de coincidencia con nuestros prejuicios y en este
contexto los gobiernos tienen un inmenso campo de juego para manipularnos, para
crear falsos enemigos, para generar miedo, y en definitiva, para alistarnos en
sus oscuros proyectos.
¿Será
verdad que Facebook es una creación de la CIA? Si no existiera, lo tendrían que
inventar.