Un país gobernado desde la nostalgia
Ocupan
los puestos más altos en los sindicatos; son alcaldes, concejales, hasta
líderes de los principales partidos políticos. Son personas que han hecho mucho
y que se han ganado méritos considerables a lo largo de los años; sin embargo,
sobre todo son personas que una vez, hace ya muchos años, soñaron que algún día
les tocaría a ellos, que el país y sus principales instituciones serían
gobernadas y gestionadas por personas como ellos que tenían juventud, ilusión y
sobre todo la capacidad de imaginar en qué país querían vivir.
Han
pasado los años, han visto cumplirse sus sueños y han llegado a la edad de la jubilación.
Sin embargo, lo que antes soñaban por el país, ahora lo sueñan por ellos
mismos, por mantenerse en sus cargos o por no tener nunca que regresar a ser
ciudadanos normales. Ven como el país que una vez lograron construir ahora se
derrumba bajo su mando cada vez más torpe. Están alejados de los problemas de
los ciudadanos y creen que ser solidario es conservar los privilegios de los
que ya los tienen y no tener que repartir el pastel con las futuras
generaciones.
Mientras
tanto, los que hoy son jóvenes, los que entienden el mundo de otra forma, que han
viajado, que entienden cómo las cosas han cambiado y tienen la capacidad de ver
cómo ha de progresar la sociedad para que todos puedan seguir formando parte de
ella, no tienen la palabra. En muchos casos sólo les queda emigrar. Los que
consiguen un trabajo en España ven como sus contratos les dan cada vez menos derechos. Saben más, tienen más
formación pero para las empresas son más prescindibles.
Es
una situación dura, hasta trágica, y crea creciente desilusión por parte de los
ciudadanos respecto a la clase política ver cada día noticias que no son
capaces ni de entender ni de explicar. Ver como los que tienen el poder se lo
manejan para que nadie más pueda coger el timón y cambiar el rumbo del barco. Y
como lo celebran en reuniones y congresos cerrados en los que los únicos que
tienen voz y voto son ellos mismos. Ocupan también los medios de comunicación
de manera que cualquier aspirante de menos de 50 años sea ridiculizado como
advenedizo, ingenuo, ignorante, o peor de todo, mujer. Ser mujer, joven y
ambiciosa es el peor pecado imaginable en este país de hombres viejos que nunca
se conforman con lo que ya tienen.
Recuerda
a ‘Rebelión en la Granja’. Los que una vez se rebelaron ahora son los que
defienden el statu quo. Nos venden la continuidad como si se tratara de cambio, la
decepción como si fuera ilusión. Y siguen tocando la misma musiquilla de
ambiente para anular nuestras almas y nuestras mentes.
Hace
falta una nueva rebelión para volver a dar oxígeno al país, y para recuperar el
futuro para las generaciones que tendrán que sufrir las consecuencias de las
decisiones que se toman, o no se toman, ahora. Seguimos viviendo en el Viejo Continente
pero somos muchos los que lo queremos rejuvenecer. Nos queda una batalla por
delante, pero la situación actual es insostenible y tarde o temprano algo tendrá
que cambiar. El 15M sólo fue un primer paso muy pequeño, pero vamos cada vez a
peor. El descontento volverá cada vez más aparente, el deseo de cambio se
transformará en fuerza.
Se
acabará el tiempo de los mítines de gente llena de nostalgia y les tomarán el
relevo otro tipo de reuniones más útiles y más constructivas en las que
predominen personas con los ojos abiertos al futuro. Es necesario y será sólo
el primer paso para que algunos de los millones de españoles que han emigrado
vuelvan a imaginar a España como tierra de éxitos y de oportunidades. Si no lo
empezamos a creer, nunca pasará.