Sencillos y vulnerables
Llegas
a un punto en el que ni sabes qué opinar. Tus valores te dicen que estamos
todos padeciendo una crisis que crearon otros, los cuales ahora buscan que
nosotros admitamos el castigo. Sin embargo, la cruda realidad te termina
convenciendo de que no importa como hemos llegado hasta aquí sino descubrir de
qué manera podemos salir del atolladero, y si eso requiere recortar, hacer
sacrificios, trabajar más y mejor, es lo que nos toca para poder pagar las deudas
de las que todos tenemos parte de la responsabilidad. Por supuesto, el
monodiscurso de los medios de comunicación nos ayuda a asumir que esa es la
única solución.
Me
resisto a creerlo. No todos vivimos por encima de nuestras capacidades en los
años de supuesta bonanza. Muchos fuimos mileuristas o poco más que eso. Muchos
de los que nos hipotecamos lo hicimos para poder vivir en un diminuto espacio,
y no porque nos obsesionara la idea de ser propietario sino porque un mercado
de alquiler mal diseñado nos empujó a comprar para tener, aunque fuera un mínimo
de estabilidad.
No
nos hicimos ricos. Ahorramos un poquito –muy poquito- y vivíamos de manera más
o menos acorde a los medios que teníamos a nuestra disposición. No sabíamos qué
había detrás de los préstamos que sacábamos, ni qué instrumentos utilizaban las
entidades financieras. Lo único que teníamos claro era que el coste de la vida
era excesivo y que teníamos que pagar un precio injusto sólo por tener un techo
mientras cientos de miles de casas estaban vacías.
Fue
una estafa. Y los que intentaron enriquecerse con nuestro sudor crearon una
burbuja que estalló en sus caras. Tanto que los gobiernos, algunos de los cuales,
al igual que el nuestro que andaba con superávit presupuestario, tuvieron que
generar más deuda para proteger los ahorros de los ciudadanos de a pie, y sobre
todo los sueldos de los banqueros. Y ahora nos toca amortizar esas deudas con
más deuda y con la venta de nuestro patrimonio y estado de bienestar.
Es
la conclusión a la que llega cualquier persona que tenga pocos dotes de
economía pero sí algo de sentido de justicia social, de todas formas, hay otros
que sí entienden de finanzas y que son capaces de construir cada vez más
argumentos y cada vez más torres de marfil para demostrar que en realidad lo
que necesitamos para salir de aquí es más lucha y más sacrificio.
Los
votantes, desde luego, se lo creen. La ilustración es todavía un fenómeno
reciente y a los seres humanos nos cuesta dar ese último paso hacia nuestra
emancipación. Tenemos momentos de lucidez en los que creemos que las cosas
pueden ser distintas y luchamos por un mundo mejor. Sin embargo, cuando las
cosas se ponen feas de verdad, nos asustamos y otra vez buscamos la protección
del padre. Llamamos a los financieros, que según creemos son los únicos que de
verdad entienden como manejar esta porquería de sistema que, a pesar de sus
defectos, hasta ahora nos ha dado de comer, y seguimos sin darnos cuenta de que
sus defectos tarde o temprano nos llevarán a la ruina. Todos estamos de acuerdo
en que sólo hay una persona que sabe pilotar el avión, sin embargo, no acabamos
de darnos cuenta de que este avión ha perdido las alas.
Es
una visión simplista, lo sé, pero cada día creo que, en efecto, nos estamos
volviendo más sencillos. El Leviatán no es el Estado, tal y como señalaba Hobbes,
sino el mundo financiero, el sistema que nos controla y que se aleja cada día
más del concepto de democracia que nos enseñaron en el cole. No me siento
inteligente escribiendo estas cosas. Sólo me siento pequeño, débil e impotente
ante las fuerzas que poco a poco nos van quitando el oxígeno vital. Sólo cuando
rescatemos la cosa pública, si de verdad es salvable, -algo que dudo- evitaremos
un futuro aciago.
pd. Me sigue resultando curioso que las principales agencias de ratings se llaman 'Estándares y Pobres' y 'de Mala Leche'. ¿Alguien me lo sabe explicar?