La Nueva Reformación Británica
Era el secreto peor guardado de la historia. El ex Primer Ministro británico, Tony Blair, finalmente ha anunciado su conversión al catolicismo.
No es nada nuevo en la sociedad británica. Desde tiempos de la Reformación, un sector de la población ha seguido guardando una gran simpatía por la religión católica. Y la Iglesia Católica en el Reino Unido ha tenido una influencia positiva a nivel global, representando con la diplomacia y discreción tan típica de su sociedad, un punto de vista de moderación respecto a la doctrina más radical de la jerarquía religiosa en algunos otros países, entre ellos España. Si no fuese así, ¿cómo es que hoy el Vaticano tolera que sacerdotes anglicanos se conviertan al catolicismo sin renunciar a sus mujeres?
Ahora algunos preguntan, "¿Pero si ha defendido el aborto y la investigación con células madre?", "¿Pero si su gobierno participó en la Guerra de Iraq?". Entonces respondo a su hipocresía preguntando, "¿Y entonces qué pasa con Berlusconi?"
A medida que la jerarquía de la Iglesia Católica se ha ido radicalizando, y doblegando las voluntades del clero más moderado, muchos - y allí me incluyo - la han abandonado, y una minoría de los que se quedan intentan aprovechar la situación para adoptar posiciones cada vez más integristas, y para afirmar que los que discrepen de su opinión, a veces cargada hasta de odio, y muy alejada de lo que yo una vez entendía como los valores del catolicismo, ya no tienen un lugar para ellos en la iglesia romana.
Durante muchos años seguía practicando el catolicismo, incluso cuando no estaba de acuerdo con mucho de lo que decía la jerarquía del Vaticano, porque para mí lo importante era el rito, la identidad, y la ética con la que me había criado. Hasta que un día lo dejé porque el mensaje que se predicaba en los altares contradecía los valores con los que yo vivía, y ponía en tela de juicio los derechos y la integridad de personas que yo amaba.
Pero eso no cambia que siga habiendo millones de personas en este país, en el Reino Unido, en todo el mundo, que siguen practicando, y que siguen defendiendo en sus vidas los verdaderos valores cristianos. No sólo aprecio, sino siento un gran respeto hacia todas las personas que, a pesar de los tiempos que corren en los que todo se ha politizado, siguen practicando la religión, con humildad, con coraje y que en su vida real actúen de una manera coherente con sus creencias.
Y es que ahora más que nunca, toca a ellos demostrar que cuando habla el arzobispo Rouco Varela, o cuando Joseph Ratzinger excomulga a niñas víctimas de violaciones porque para salvar su propia vida hayan tenido que practicar un aborto, o cuando la Iglesia intenta recuperar la tensión de la Guerra Civil española desfilando en manifestaciones preconstitucionales; que su odio, su crueldad, y su recelo por la democracia, es minoritario dentro del conjunto de la Iglesia, y que sea posible recuperar el espíritu del II Concilio del Vaticano, tanto defendido por teólogos moderados como Hans Kung.
Ahora toca a Blair resistir a los que intenten exigirle que renuncie a los valores que tanto ha defendido en el pasado, como condición previa a la conversión a la Iglesia Universal. De hecho, debe reiterar que siguen siendo sus valores, y explicar cómo es posible ser católico y defender el progreso. Porque si no es así, ¿para qué nació Jesús Cristo y para qué celebramos la Navidad todos los años? Y si no es así, ¿por qué no han excomulgado a su mujer, siempre católica y siempre defensora de las libertades y de los derechos humanos?