Europa ya no es la tierra prometida


Cada día se repite. Se proliferan en los medios españoles blogs en los que los ciudadanos comparten sus experiencias de emigrar y ofrecen consejos a otros que se plantean dar el salto. En apenas 15 años, España ha cerrado el círculo completo. El milagro económico transformó un país de emigración en una de inmigración, y ahora con la crisis, otra vez el viaje se revierte. Historias hay miles. El país no logra dar respuesta a las inquietudes de los jóvenes quienes terminan buscando oportunidades en otras partes del mundo.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el principal destino es el Reino Unido (4.004 españoles en 2010), seguido por Francia (3.561) y después Estados Unidos (2.988) y Alemania (2.198). Curiosamente, a estos países les sigue Latinoamérica, principalmente Argentina (1.995), Ecuador (1.995) y Venezuela (1.798), sin embargo, esto seguramente se debe más al retorno de ciudadanos de estos países que a la emigración de personas nacidas en España. Lo que está claro, de todas formas, es que se ha dado la vuelta a la tortilla y los inmigrantes en España empiezan a despertarse del sueño y a buscar otro futuro allende mares. Y muchos españoles les siguen.

Recuerdo mi primer año en la universidad en Inglaterra, allá por 1996, cuando empezó la crisis asiática y en los medios se hablaba del éxodo de japoneses y surcoreanos que buscaban su futuro en Europa; después, mi segundo año en España, en 2001, el corralito en Argentina y el auge del uso del voseo en las calles madrileñas. Ahora, en cambio, son ciudadanos españoles de mi edad (de entre 32 y 36 años) los que abandonan su patria en busca la tierra prometida.

Es pronto para saber hasta cuando se mantendrá la tendencia, sin embargo, una cosa está clara y es que por primera vez en las vidas de los que nacimos en Europa en tiempos de democracia y paz, hemos perdido esa sensación de seguridad que nos transmitía el creer que por fortuna vivíamos en un continente rico y estable en el que los grandes movimientos migratorios eran ajenos a nosotros. Por primera vez entendemos algo mejor lo que significa dejar tu tierra y tu familia para poder seguir adelante. Desde luego, no es la primera vez que ocurra pero nuestra memoria es corta y sólo ahora nos damos cuenta de que la historia sigue el mismo camino cíclico que en siglos pasados. Quizás así aprendamos a ser más solidarios. A fin de cuentas, todos habitamos en la misma tierra, con el mismo sistema económico, y nuestro bienestar empieza a ser tan volátil como el de cualquier otro.

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