‘La incondicionalidad se ha convertido en dogma’
Lo
afirma hoy un artículo de opinión del diario argentino, La Nación, en relación a la supuesta
ausencia de sentido de autocrítica dentro del kirchnerismo, sin embargo, es en
absoluto un fenómeno exclusivo. Desde que el ex presidente de Estados Unidos,
George W. Bush, pronunciara esa temible frase, ‘o estás con nosotros o contra nosotros’, y el español, José María
Aznar, la repitiera hasta la saciedad para defender su apoyo sin fisuras a la
hegemonía norteamericana, no se admiten medias tintas en el discurso político.
El
sistema electoral español, que se basa en listas cerradas y con el que los
diputados son meros votantes pasivos a disposición de los respectivos líderes
de partido, no admite ni un atisbo de debate una vez que los ciudadanos han
emitido su veredicto en las urnas. En el Reino Unido, el liberal demócrata,
Nick Clegg, creía que para formar parte de un gobierno de coalición con los
conservadores su apoyo también tenía que ser incondicional, incluso cuando las
decisiones contradijeran claramente su propio programa electoral. Sólo ahora
empieza a dudar de si de verdad se trata de la mejor política ahora que se evapora
el apoyo a un partido que nadie sabe qué valores representa.
La
autocrítica es una estrategia arriesgada a corto plazo. Los partidos políticos
funcionan como empresas. Tienen sus propias políticas de comunicación y sólo
pueden hablar a los medios los portavoces designados para opinar sobre cada
tema. El que emita una nota discorde pronto será clasificado como ‘rebelde’, ‘disidente’,
o en el mejor de los casos un ‘verso suelto’. Lo mejor es no hacer mucho ruido
y esperar que el líder le premie con una promoción.
Una
de las ventajas de estudiar la actualidad política en sociedades ajenas es la mayor
capacidad de observarla de manera objetiva. No hay que vivir la realidad en
primera persona. Uno puede sentir un gran interés o preocupación, pero no con
la misma pasión del que habita allí y, desde luego, sin los prejuicios que uno
va creando a medida que va estableciendo una conexión más fuerte con el país.
En cambio, cuando pasas un tiempo extendido en el extranjero es casi inevitable
que con el tiempo te irás poniendo etiquetas, te identificarás cada vez más con
una u otra banda, empezarás a leer con mayor asiduidad determinados periódicos
porque crees que coinciden más con tu forma de pensar. Poco a poco, se te nublará
la vista y en los tiempos que corren lo más probable es que también te vuelvas
incondicional.
Sin
embargo, el riesgo de la incondicionalidad es que más pronto que tarde aparecen
grietas en el discurso del dirigente que tanto has apoyado y llega el momento
de explicar por qué antes estabas de acuerdo y ahora no. En definitiva, vas
perdiendo credibilidad. Te conviertes en ‘oportunista’, en ‘chaquetero’.
Forma
parte de la naturaleza humana. Ese instinto tribal que nos conduce a establecer
vínculos con un grupo que nos protege contra un enemigo imaginado. Pero los enemigos
imaginarios acaban transformándose en enemigos reales y la protección de un
líder tribal que sólo conoce la adulación ofrece una falsa seguridad. Su
incapacidad de escuchar las críticas terminará por conducir a todo el grupo
hasta el precipicio.
Hoy
por hoy la crítica requiere gran valor, sin embargo, es cada vez más necesario
para alejarnos del precipicio que está cada vez más cerca. Hace falta que los
seres pensantes recuperen su autonomía y su coherencia intelectual. Con este
fin debemos huir de los movimientos políticos cuasi religiosos e intentar que los dirigentes nos
vuelvan a escuchar en vez de sólo imponer. Todos los políticos cometen errores.
Los mejores son los que aciertan en las cosas más importantes y la crítica
constructiva seguramente les ayudará a conseguirlo.