La Navidad cae domingo ó Trabajar cuando nadie produce
Es
el festival cristiano más importante del año después de Semana Santa. Para
muchos negocios es de los pocos días del año -los cuales se pueden contar con
los dedos de una mano- en los que cierran completamente sus puertas. Sin
embargo, este año cae domingo y, por tanto, para la mayoría de los trabajadores
españoles es un fin de semana más.
En
casi todo el mundo, la semana que viene será la más improductiva del año, sin
embargo, a partir del lunes, millones de españoles estarán en sus oficinas
calentando sus sillas sin poder vender nada porque sus clientes están de
vacaciones. En cambio, hace apenas tres semanas los mismos profesionales abandonaron
sus puestos para disfrutar de un ‘macro puente’ mientras en el resto del mundo
se seguía trabajando y las bolsas operaban a pleno rendimiento.
Para
algunos se trata sólo de una de esas idiosincrasias culturales que justifican
el eslogan, ‘Spain is different’, y
que, por tanto, hay que asumir de la misma forma con la que asumimos que en
España los que dan los regalos a los niños son los Reyes Magos y no Papá Noel. ¿No nos han quitado ya suficiente soberanía como para que ahora vengan diciendo cómo debemos celebrar la Navidad? Para otros, sobre todo los que venimos de fuera, o para los españoles que
tienen parientes en otros países del mundo, supone un gran inconveniente que
justo los días en los que en todo el mundo cristiano las familias se
reencuentran e intercambian regalos y abrazos, no hay ningún día festivo entre
semana que haga más factible realizar el viaje.
A
petición del CEOE, el nuevo Gobierno se ha propuesto racionalizar los festivos
para acabar con los largos puentes, sin embargo, de momento no se plantea modificar
la tradición con la que cuando Navidad cae domingo, la fiesta no se pasa al
lunes, algo que sí ocurre, por ejemplo, el 1 de Mayo o el Día de la Hispanidad, ambas fiestas importantes pero de menor
trascendencia cultural e histórica que la fecha en la que se celebra el
nacimiento de Jesús Cristo.
El
cambio propuesto viene impulsado por la hegemonía de la cultura protestante en
la actual Unión Europea. En los países anglosajones los días libres se llaman, ‘public holidays’, en cambio, en Francia,
España o Italia, no son vacaciones sino
fiestas, en su mayor parte religiosas. En España, en particular, gracias al concordat con el Vaticano, la Navidad es
una fiesta inamovible y no necesariamente un pretexto para irse de vacaciones
un fin de semana largo.
Las
diferencias enriquecen y por ello no me agrada el actual clima en el que en vez
de celebrar la diversidad, preferimos clasificar las tradiciones según una escala
de 1 a 10, con la cual en la mayoría de los casos la cultura protestante se
valora como la más lógica, racional, y por tanto, la que todos debemos asumir para promover la santa convergencia. Sin embargo, creo que para una fiesta
tan importante en el calendario católico y cristiano como el día de la Navidad,
no estaría de más asegurar que caiga por lo menos un día festivo entre
semana, aunque sea a expensas de perder algún otro puente en fechas menos
señaladas. Sin ir más lejos, este año en Madrid hemos disfrutado de un fin
de semana largo por el puente de Santa María la Cabeza y hemos celebrado la
fiesta de Corpus para compensar la circunstancia de que la de San Isidro -15 de mayo- cayera domingo. Pues, ¿no hubiera sido
mejor pasar una de estas fiestas al lunes, 26 de diciembre, un día en el que encontraríamos
más razones para compartir en familia?
Un
Gobierno que alardea de defender la familia, por muy estrecha y caduca que sea
su visión de dicha institución, haría bien en plantear la posibilidad de diseñar el calendario laboral de manera que podamos celebrar ‘como Dios manda’ las fiestas más importantes en el calendario
europeo. Y, sin duda, también traería importantes beneficios para la
productividad. No en vano, quizás sea una de las pocas propuestas en las que
tanto católicos como protestantes pueden estar de acuerdo.