Ortodoxia, ortodoxia, y más ortodoxia
«...A Rajoy no le gusta tener que incrementar la presión fiscal. Por lo tanto, [el Ministro de Hacienda], Cristóbal Montoro, tendrá que exprimir a las Comunidades Autónomas, que son responsables de la educación y la sanidad, y cuyo gasto excesivo casi seguramente impedirá que España cumpla el objetivo de reducir el déficit hasta el 6% del PIB en 2011, en línea con lo acordado con la Unión Europea. Moody’s… cree que se superará esta cifra en más de un punto porcentual. Ángel Laborda del laboratorio de ideas, Funcas, cree que la diferencia puede llegar a alcanzar una cifra más cercana al 2%.
Por cada punto porcentual con el que se superen los objetivos de déficit, habrá que reducir el gasto en 10.000 millones de euros para alcanzar el objetivo del 4,4% a finales de 2012. Incluso si se cumpliera el objetivo de 2011, todavía habría que encontrar 16.500 millones de euros de ahorro adicionales para 2012. Reducir el déficit en, digamos, 30.000 millones de euros en un año, sin aumentar los impuestos, se antoja extremadamente difícil. A modo de comparación, el plan “Salva Italia” anunciado por el nuevo Primer Ministro, Mario Monti, representa un ahorro de 30.000 millones a lo largo de tres años –aunque este país también ha anunciado otros planes paralelos de austeridad...»
The Economist, 30 de
diciembre de 2011
Y unas horas más tarde…, un año y medio después de denunciar ‘el
mayor ajuste de la democracia’ del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, la
vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ha anunciado un
recorte aún mayor. Y tal y como preveía The Economist, no se limita a reducir el
gasto del Estado. Además de anunciar un tijeretazo de 8.900 millones de euros,
el Gobierno comunica una subida de impuestos, incluido un aumento en todas las bandas
del IRPF, con el fin de recaudar 6.200 millones de euros adicionales.
De esta forma, la medicina que aplica el PP poco tiene que ver con
lo anunciado cuando este partido aún se encontraba en la oposición y nos decía
que reduciendo impuestos se recaudaría más al facilitar la creación de empresas
y la generación de empleo. Después de reunirse con sus socios del Partido
Popular Europeo, con los banqueros y con el Gobierno de Angela Merkel, Rajoy ha
decidido que hay que acabar con el gasto como sea. En realidad, no debe ser
ninguna sorpresa. Las declaraciones del Ministro de Economía, Luis
de Guindos,
en días previos al anuncio, de que España iba a empezar 2012 en recesión y de
que seguiría aumentando el paro, no ofreció ninguna señal de esperanza. Si no
se prevé crecimiento, la única manera de reducir el déficit es mediante la
fiscalidad y los recortes.
Ya se ha demostrado que al Gobierno no le queda alternativa.
Mientras en Estados Unidos optan por políticas de estímulo y de inyección de
dinero en la economía, en Europa los gobiernos, mayoritariamente conservadores,
han preferido aplicar políticas ortodoxas de ajuste y austeridad. El plan de
Rajoy no esconde ningún misterio. Es el mismo que aplica desde hace un año y
medio el Gobierno británico de David Cameron, otro país en el que las políticas
de austeridad han debilitado el consumo y en el que se augura una segunda
recesión en el año que está a punto de empezar.
Sin embargo, tal y como señalé en mi
entrada de ayer, España no sólo requiere austeridad. Hacen falta cambios
profundos en la estructura del Estado con el fin de optimizar el gasto y de
garantizar que el dinero de los contribuyentes contribuya, primero, al
crecimiento, y segundo, a garantizar el estado de bienestar para los que más lo
necesitan. Rajoy cuenta con una inmensa mayoría en las Cortes y su partido
gobierna en la mayoría de las Comunidades Autónomas. No parece que otro
gobierno se vaya a encontrar en una situación tan propicia para reformar el
Estado para mucho tiempo. Y es en este capítulo donde aún no sabemos nada sobre
los planes del Presidente.
Para cerrar el post de
hoy, me queda señalar que a pesar de su mayoría y la inusual buena disposición
del resto de los grupos políticos en el Congreso a apoyar al Gobierno en las
reformas, para que se mantengan estos apoyos a medio y largo plazo y para que
no acabemos en un espiral de protestas ciudadanas, Mariano Rajoy debe explicar
cuáles van a ser las líneas principales de su actuación en esta legislatura.
Decir solamente que esto es ‘el
inicio del inicio’ infunde miedo en los ciudadanos, no tranquiliza a los mercados, y
es la peor estrategia para conseguir el apoyo de unos partidos cuyos militantes
difícilmente querrán apoyar un aumento del IRPF y una reducción del gasto si
nadie les explica el motivo o en qué se va a gastar su dinero a partir de
ahora. A los inversores y las agencias de rating, les preocupa el déficit y el
paro en España, sin embargo para invertir, ellos también necesitan tener la
confianza de que la economía va a crecer. Si lo único que ofrece el Gobierno
son recortes, no les va a infundir mucha seguridad vista la alternativa que les
ofrecen las economías emergentes.
Seguimos a la espera de conocer a Mariano el estadista y de
descubrir cuál es su visión para España, si es que la tiene. Por ahora, se
limita a pedir confianza ciega en unas políticas económicas más que
cuestionables a la luz de la experiencia de los otros países en los que ya se
han aplicado. Acusó al anterior Gobierno de improvisación. Pues, ¿qué quiere
ahora para España más allá de pedirnos que nos escondamos en un búnker y
esperemos a que acabe el temporal?